Construyendo el futuro de las regiones de Japón

Ama: una remota comunidad insular demuestra que puede ganar la lucha contra el declive

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Un pequeño municipio insular de apenas 2.300 habitantes en la costa de Shimane es frecuentemente mencionado como ejemplo destacado de la revitalización de las regiones. Este artículo describe cómo la comunidad de Ama ha logrado salir de una situación de despoblación y bancarrota para construir una comunidad vibrante que atrae a los jóvenes de las áreas urbanas.

Los encantos de una isla remota

Últimamente se habla mucho de un pueblo llamado Amachō, en la prefectura de Shimane. Esta municipalidad que ha atraído de pronto la atención de todos se encuentra a unos sesenta kilómetros de Honshū en la isla de Nakanoshima, que forma parte de las islas Oki, un grupo de islas aisladas en el Mar de Japón. Se conoce también como el pueblo del I-turn (un término que designa a quienes emigran a una zona con la que no tienen ningún vínculo), y se ha visto revitalizado sobre todo por gente joven. Uno tras otro, los productos de la isla se han visto comercializados con éxito, e incluso el primer ministro Abe Shinzō hizo mención de Amachō como modelo de revitalización regional, durante la reunión de la Dieta el 29 de septiembre de 2014. Y lo que es más, la isla es un lugar único también por contar con una comunidad que ha elaborado un plan de promoción regional denominado “La felicidad de la isla”, con el que ha movilizado a los habitantes de la zona.

Ninguna de esas iniciativas ha sido fortuita. Me gustaría ir presentando su historia en este artículo, pero lo fundamental del asunto es darse cuenta de que todos esos elementos forman parte de un único proyecto, y buscar las razones por las que un proyecto así ha sido posible en esta isla. El efecto I-turn, la revitalización regional, el autogobierno… nada de eso resulta sorprendente de por sí; pero sí lo resulta el hecho de que las tres cosas se hayan dado en una isla remota del Mar de Japón.

La fuerza y la creatividad del lema “Lo que no hay, no hay”

Amachō es una isla a tres horas en ferry de la isla principal, con una periferia de 89 km. Tiene una naturaleza y una historia ricas. En la época en la que Oki era destino desginado para el exilio, a Amachō llegaban muchos prisioneros políticos y aristócratas, entre los cuales se cuenta al emperador Gotoba, exiliado durante la Guerra Jōkyū, en el periodo Kamakura; el emperador pasó 19 años en la isla y escribió un gran número de poemas.

Desde un punto de vista objetivo no se puede decir que Amachō sea un lugar privilegiado. El principal medio de transporte que la conecta con la isla principal es el ferry, que tarda cerca de tres horas en hacer la travesía (aunque actualmente ya existe también un barco de alta velocidad). Si uno quiere moverse entre las islas solo puede usar el barco, y como consecuencia todo transporte implica un día entero. Eso cuando los barcos funcionan; cuando las olas son demasiado altas los trayectos se cancelan, y en la temporada de los tifones uno se puede quedar completamente aislado en una isla varios días. En invierno el mar también está revuelto. En cuanto a los vuelos, existen, pero solo uno al día, de ida y vuelta, y solo a Osaka e Izumo.

La falta de obstetras también es un asunto grave. En Dōgo, la mayor de las islas Oki, hay un hospital general, en el cual también hay especialidad de obstetricia y ginecología. Y sin embargo, aunque anteriormente venían médicos del Hospital Universitario, hoy día hay una gran escasez de obstetras, y resulta muy difícil asegurar la presencia de médicos residentes. Como resultado, la mayoría de las embarazadas deben ir a la isla principal para dar a luz. En los casos de emergencias se hace necesario el uso de un helicóptero.

Esto se aplica a todas las islas del archipiélago Oki, pero de entre todas ellas Amachō se encuentra en la peor situación. El archipiélago de Oki está compuesto principalmente de las islas Dōzen y Dōgo; Amachō está situado en una de las islas de Dōzen con menor población, y tampoco es una de las de mayor tamaño. No cuenta con aeropuerto ni servicio de obstetricia, claro, pero tampoco tiene ni una sola tienda de veinticuatro horas. Lo primero que ven los visitantes de la isla es el Kin’nyamonya Center (cuyo nombre deriva de la canción popular más famosa de Amachō) junto al puerto, unas instalaciones turísticas en las que hay colgados unos carteles con el lema nai mono wa nai (“lo que no hay, no hay”) inscrito en el logotipo de la isla. El lema es muy cierto; si uno se pone a contar las cosas que faltan en la isla, puede hacer una lista larga.

Vista nocturna del Kin’nyamonya Center, y sus trabajadores en plena faena, en el interior

Y no obstante, el lema “Lo que no hay, no hay”, se puede interpretar en japonés también como “No hay nada que no haya”. Esta isla, rodeada por el mar y bendecida con ricos productos marinos, cuenta con manantiales de agua de gran calidad, y es autosuficiente en lo que al cultivo de arroz se refiere. Buenos productos marinos, agua de calidad, productos agrícolas. En lugar de quejarse por lo que les falta, los habitantes de la isla disfrutan de lo que sí tienen. Y no solo eso: el lema de la isla puede interpretarse paradójicamente como “Tenemos de todo”. O dicho de otro modo, dependiendo de sus conocimientos puede significar que, cuando les falta algo, pueden producirlo ellos mismos. Sirva como ejemplo el hecho de que antes no había biblioteca en la isla, pero sus habitantes reunieron todos los libros que había en el lugar y crearon una. El lema de la isla, parece, nos muestra el orgullo que poseen sus habitantes.

Es una isla pequeña, pero rica en recursos turísticos. Arriba: Amanbō, el primer barco semisumergible para observación marítima de Japón, a su paso cerca de Saburōiwa (izquierda): la playa de Akiyakaigan se llena de turistas que van a bañarse y a acampar en verano. / Centro: peregrinaje hasta el santuario de Oki, donde se venera al emperador Gotoba; el santuario es un buen lugar para ver cerezos en flor (derecha). La imagen de la izquierda muestra el festival de verano del santuario Utsukamikoto, en el que se venera al dios local del mismo nombre. / Abajo: el festival Kin’nyamonya, en agosto, es un evento en el que tanto niños como adultos bailan por las calles con el shamoji (la cuchara para servir arroz) en la mano, al ritmo de la canción popular “Kin’nyamonya”. El alcalde, Yamauchi Michio (a la izquierda), sirve mochi, pasta de arroz, con billetes de lotería.

Quemar los puentes: la única salida es la victoria

Amachō siempre se ha encontrado en una situación precaria. Al igual que otras regiones de Japón, se trata de una isla aquejada por el problema del envejecimiento de la población, en la que durante mucho tiempo las obras públicas eran la forma de sustentar la economía. Sin embargo, por culpa de esta costumbre, la deuda pública del municipio se infló cada vez más, y en 2003 los pagos anuales llegaron a representar un tercio de su presupuesto. Las finanzas públicas de la isla se vieron fuertemente sacudidas. Debido a la gran reducción de las ayudas locales, la isla estaba a punto de caer en bancarrota.

De eso surgió la posibilidad de una fusión de entidades autónomas geográficamente próximas. Y no obstante un lugar como Amachō, que en términos administrativos es una única isla y una única localidad, no puede esperar mucha eficiencia fiscal de la fusión con una municipalidad separada por el mar. En ese punto Yamaguchi Michio, el alcalde, organizó un encuentro con los residentes. Los 14 distritos de la isla mantuvieron reuniones, y se planteó la idea de si debían fusionarse o no. Como resultado, Amachō decidió permanecer independiente. Esto no era, por supuesto, una elección fácil. Sin embargo podríamos decir que los residentes, al optar por el camino más difícil, quemaron los puentes tras de sí.

La administración fue la primera en ponerse en movimiento. Dados los planes de recuperación financiera para las autoridades autónomas era indispensable llevar a cabo una reforma drástica. El propio alcalde se redujo el sueldo, y su actitud pronto se contagió entre los otros funcionarios y los trabajadores de a pie. Sin embargo, solo con una reducción del presupuesto no se puede crear nada; era primordial decidir qué hacer con lo que quedaría de ese presupuesto. Amachō dedicó ese remanente, primero, a introducir la tecnología del sistema de células vivas (CAS, por sus siglas en inglés) en su cadena de producción, sistema con el que los productos marítimos se congelan sin que sus células se destruyan. Para ese pequeño pueblo suponía toda una aventura poner en funcionamiento las instalaciones necesarias, pero gracias a ello los productos de la isla, envasados al vacío, se distribuyen a todo el país.

Procesado de calamares blancos frescos usando la tecnología CAS (foto superior) y envasándolos al vacío. Los encurtidos cocinados con calamar congelado con la tecnología CAS gozan de popularidad incluso en lugares como el restaurante Ritō Kitchen, de Asakusa.

Curry de sazae y carne de Oki, éxito en todo el país

Continuaron apareciendo nuevos productos. Uno de ellos es el curry de sazae (un tipo de caracol de mar), del que hablara en su día el primer ministro Abe. En las islas existe desde hace tiempo la costumbre de sustituir la carne del curry por sazae; cuando este producto se envasó en aluminio (con lo que se denomina en inglés retort pouch, una bolsa metálica flexible) se convirtió en el primer éxito de Oki. A esto lo siguió un desarrollo relacionado con las ostras; tras investigar con ostras traídas de todo el país, a comienzos de la primavera se comenzaron a comercializar ejemplares seleccionados de la mayor calidad, y la isla cosechó el éxito en un nuevo mercado.

Retort pouch de curry de sazae, y extracción de ostras marca “Haruka”

La carne de Oki también se hizo famosa. En la región de Oki, donde se crían reses de pasto, es tradición conseguir ganado de patas fuertes; hasta hace poco lo normal era que los animales se vendieran a otras regiones siendo aún terneros, dado el aislamiento y los costes de transporte. Para hacer frente a estos problemas se comenzaron a vender solo las reses adultas de la mayor calidad, que aún se apreciarían en los mercados de Tokio, con la denominación de origen “res de Oki”. En la actualidad la cantidad de ganado que se vende está limitada, pero ha logrado alcanzar precios muy altos en todo el país. Otros éxitos de la zona son la sal natural, o el té denominado fukugicha, entre una larga lista de productos. ¿Cómo ha sido posible lograr todo esto?

Las vacas con marca de res de Oki, “nacidas y criadas en la isla”, crecen en un rico ambiente natural (foto superior). Fukugicha, té con un característico aroma refrescante (abajo a la izquierda), y sal natural Amanoshio, fabricada a mano con un proceso tradicional en el que se usa agua de mar sacada del golfo de Hobomi.

Vender los encantos de la isla gracias a la imaginación de los estudiantes I-turn

La clave del secreto reside en el I-turn mencionado al principio de este artículo. Los habitantes de la isla, empeñados en lograr una reactivación de su región, no solo se han puesto ellos mismos manos a la obra, sino que han introducido también mano de obra de otros lugares. Entre 2004 y 2014 la población aumentó en 294 núcleos familiares y 437 habitantes. Dado que hay solo 2.300 habitantes en total, estos son números realmente sorprendentes. Son sobre todo las generaciones jóvenes, entre 20 y 39 años, aquellas cuya tasa de radicación ha sido alta. ¿A qué se debe que tanta gente quiera mudarse a Amachō?

Una razón es su sistema de entrenamiento. El pueblo no solo ofrece vivienda y numerosos servicios a quienes vienen a vivir a él, sino que han creado un un sistema de entrenamiento para aprender a producir los bienes de la isla. Durante un tiempo establecido se proporciona entrenamiento para el trabajo a desempeñar, pero a posteriori no existen restricciones; los participantes son libres para quedarse en la isla o marcharse. En otras partes de Japón también se ofrece una generosa ayuda económica a los inmigrantes, pero al hacerlo también se genera una brecha consciente hacia los inmigrantes debido a unas expectativas excesivas; en Amachō, sin embargo, se ofrece libremente toda la información y el apoyo necesarios a quienes vienen a la isla, pero no hay restricciones innecesarias, y se respeta su libre albedrío.

Cuando un I-turn ya ha recibido formación y propone un buen plan de negocios recibe apoyo para realizarlo por parte de la isla, y eso incluye el uso de las instalaciones comunitarias. Entre los productos que han ido apareciendo hay muchos que han surgido de ideas de aquellos formados por el sistema. Los habitantes de la isla dan por sentadas muchas maravillas que pueden redescubrir gracias a la visión de quienes vienen de fuera, y así convertir en productos. Es lógico pensar que el uso consciente de esta estrategia es la principal clave del éxito de Amachō.

La “democracia de la isla” genera una nueva comunidad

Y sin embargo, el entendimiento mutuo entre antiguos y nuevos habitantes ha permitido la verdadera revitalización de la isla. Ambas partes de la comunidad interactúan y se unen gracias a la creación del cuarto plan general para la promoción del pueblo. A menudo los planes de los Gobiernos locales para reactivar la economía de una región son arduas listas de números, o por el contrario un desfile de buena retórica, pero en Amachō se proporcionan ilustraciones divertidas, pero también específicas.

Residentes antiguos y nuevos, desde los 15 hasta los 70 años, participan juntos en el plan de promoción denominado “La felicidad de la isla”. (Imagen cortesía de studio-L)

El tema del plan es “La felicidad de la isla”, y el documento se halla dividido en los subtemas con planteamientos concretos “Lo que puede hacer uno solo”, “Lo que pueden hacer diez personas”, “Lo que pueden hacer cien personas” y “Lo que pueden hacer mil personas”. Como ejemplo se puede citar el caso de una guardería en desuso, que podría convertirse en lugar de intercambio y aficiones -la llamada Posada de la gente de Ama-, la poda de Chinchikurin, un bosque de bambú, para producir carbón, la creación de la Oficina de Información AMA, en la que se ofrecen a todo el país los encantos de la isla, la Universidad Ama, en la que se transmiten las técnicas y las tradiciones del lugar, etc. Todos esos ítems muestran fuentes concretas de información y una consulta necesaria con las autoridades.

Como preparación para este plan, en Amachō se han constituido cuatro equipos de ciudadanos y funcionarios, y han debatido a lo largo de un año. Para dichos debates han logrado la participación de Yamazaki Ryō, famoso por su “diseño de comunidades”. Podría decirse que la creación de un diálogo exhaustivo, que incluye tanto a antiguos como a nuevos habitantes, es la base de la construcción de una nueva comunidad en Amachō. Es la “democracia de la isla”, incluso en temas como la autodeterminación de la región, lo que la impulsa.

Precisamente por ser acorralada en una situación difícil, la isla ha avanzado en la construcción de nueva comunidad unida, a través del diálogo exhaustivo entre los habitantes, al que se suman también las ideas y los puntos de vista de quienes han llegado de fuera. Este modelo de Amachō puede convertirse en un ejemplo para todas las regiones de Japón.

(Artículo escrito el 20 de noviembre de 2014, y traducido al español del original en japonés / Imágenes cortesía del ayuntamiento de Amachō)

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