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‘Tomo ni ikiru’, un documental sobre la calígrafa Kanazawa Shōko

Arte Cine

Han pasado ya dieciocho años desde que Kanazawa Shōko se diera a conocer al mundo. Tomo ni ikiru – shoka Kanazawa Shōko es una película documental en la que el director, Miyazawa Masaaki, nos invita a seguir el viaje de 38 años de Shōko, calígrafa con síndrome de Down, y su madre Yasuko.

Tomo ni ikiru – shoka Kanazawa Shōko (Viviendo juntas – la calígrafa Kanazawa Shōko) es la segunda película de Miyazawa Masaaki, director y fotógrafo. El proyecto se completó más o menos año y medio después de su concepción, y lejos de usar una narración explicativa se apoya en la música para reforzar la expresividad de sus imágenes. Se ve en ellas la intención de trasladar, por medio de la alta definición de la gran pantalla, la fuerza y la energía de la caligrafía a espectadores de todo el mundo, más allá de toda barrera lingüística.

Miyazawa descubrió las obras de Shōko en diciembre de 2021, durante la exposición Tsuki no hikari (Luz de luna) que la calígrafa realizó en la galería Mori Arts Center Gallery, en Roppongi Hills, Tokio. Impresionado por su manera de usar el pincel y el contraste creado entre el papel washi y la tinta, Miyazawa se dio cuenta de que aquella muestra de arte superaba la simple caligrafía.

“¿Cómo surge una forma de escribir así?”, se preguntó, y tratando de desentrañar ese misterio comenzó a retratar con su cámara a la artista y a su madre, expresando con esta nueva película la carrera de tres piernas de las Kanazawa.

Desde la izquierda, Yasuko, Shōko y el director, en la rueda de prensa de presentación del film. © nippon.com
Desde la izquierda, Yasuko, Shōko y el director, en la rueda de prensa de presentación del film. © nippon.com

Siguiendo la nueva vida de Shōko y su madre

En abril de 2022 la cámara de Miyazawa capturaba la imagen de una madre y una hija que dejaban atrás el hogar de la infancia de esta, lleno de recuerdos, y se mudaban a una nueva casa en un edificio residencial del cercano barrio comercial Kugahara Ginza (en el distrito de Ōta, Tokio), a donde también trasladaban la actividad artística.

Hace unos ocho años Shōko comenzó a vivir sola, tan cerca de la casa de su madre como para que esta pudiera llevarle una sopa antes de que se enfriara. Con esta nueva mudanza la vida de madre e hija entra en una nueva fase. En la planta baja del edificio Shōko tiene su taller, en el segundo piso está la escuela de caligrafía de Yasuko, y la vida cotidiana de ambas transcurre en el piso superior. Como las dos realizan sus actividades en pisos diferentes, Shōko puede seguir viviendo sola de un modo algo distinto.

Shōko mira al exterior desde la terraza de la nueva casa. © Masterworks
Shōko mira al exterior desde la terraza de la nueva casa. © Masterworks

“Si tienes un hijo con discapacidad, en tu mente solo hay una cosa: ¿cómo va a seguir viviendo una vez que yo haya muerto?”, dice Yasuko.

Shōko, una persona de gran sensibilidad, sabía que su madre quería que fuera independiente y, según cuenta, le prometió que cuando cumpliera los treinta años se iría a vivir sola.

En un principio parecía algo que no podría durar mucho, pero Shōko no le pidió ayuda a su madre, sino que la recibió de quienes la rodeaban, y se fue acostumbrando a vivir sola. No frecuentaba los grandes supermercados, sino que paseaba de tienda en tienda por el barrio comercial, con las monedas bien contadas en la mano, y los lugareños fueron aceptándola. Yasuko se ha ido dando cuenta de que su hija puede vivir por su cuenta, en este barrio.

El “Sutra del corazón”, el comienzo de todo

En la película Yasuko va recordando la vida con Shōko a base de fotos, desde el momento en que tomó el pincel por primera vez. Su hija nació en 1985, y el hecho de que tuviera una discapacidad implicaba un reto mucho mayor que ahora. Cuando Shōko tenía cinco años Yasuko abrió una escuela de caligrafía con la idea de que su hija pudiera hacer así amigos antes de entrar a primaria.

El “Sutra del corazón con lágrimas” (a la izquierda) y Yasuko. © Masterworks
El “Sutra del corazón con lágrimas” (a la izquierda) y Yasuko. © Masterworks

Cuando Shōko entró en el sistema educativo ordinario se vio bendecida con un docente, a cargo de su clase, muy comprensivo. Cuando le contó el maestro que la atmósfera de la clase en la que estaba Shōko se volvía tranquila y amable, Yasuko pensó que la habían salvado. Sin embargo, aquella situación no duró mucho. Cuando la niña tenía diez años les pidieron que se trasladara a una escuela para niños con necesidades especiales, y Yasuko sufrió como si estuvieran negando la existencia misma de su hija.

Para tratar de plasmar esos sentimientos de algún modo, Yasuko le pidió a Shōko que escribiera el “Sutra del corazón”, quizá el más famoso de todos los textos budistas.

“Creo que pedirle eso a una niña con discapacidad, en cuarto curso, que apenas se sabía ninguna letra, fue algo cruel”.

Por tratar de calmar a su madre, Shōko empezó a escribir miles de caracteres, desde la mañana hasta la noche, sin dejar de llorar. Sus lágrimas iban cayendo sobre el papel. Día tras día repetía las 272 letras que componen el sutra. Así fue como se forjaron las bases de la tremenda concentración y el estilo de Shōko. Se trata de una forma que ha llegado a admirar incluso el maestro de ambas, Yanagida Taizan, representante de la cuarta generación de los Yanagida, una familia que lleva trabajando en pos de la belleza de los caracteres japoneses desde la época Edo (1603-1867). La obra que nació de esos esfuerzos pasó a conocerse como el “Sutra del corazón con lágrimas”.

“La primera y última” exposición

Cuando Shōko tenía catorce años su padre, Hiroshi, falleció de una repentina enfermedad. Unos años más tarde Shōko no lograba encontrar trabajo, y madre e hija se hallaban bastante deprimidas, cuando Yasuko recordó algo que su marido había dicho en vida: “Cuando la chica cumpla veinte años vamos a mostrar su arte al mundo”.

Así fue como en 2005 se celebró en Ginza la primera exposición de la joven calígrafa: “El mundo de la caligrafía de Shōko”. Yasuko la había planeado como “la primera y la última”, pero al final acudió mucho más público del que esperaba, y Shōko se vio en el centro de una avalancha mediática, retratada como “un genio de la caligrafía, con síndrome de Down”.

Caligrafía inocente

La película está, claro, plagada de escenas en las que Shōko practica la escritura. Se sienta correctamente antes de agarrar el pincel, y le ofrece una oración a su padre, en el más allá. Algo parece haber descendido por el aire fresco, y en ese momento Shōko comienza, de golpe, a dibujar trazos con un pincel gigantesco, que a cualquier adulto le costaría mover. “Quiero que todo el mundo esté contento y feliz, y que se sientan conmovidos”, dice Shōko, y asegura que nunca se ha sentido nerviosa, ante el gran público.

“Los calígrafos siempre somos conscientes de querer escribir bien, pero esa chica carece de esa afectación. Sus letras son realmente inocentes”, reflexiona Yoshida Shōdō, sacerdote en jefe del templo Kenchōji, de Kamakura, quien considera que su caligrafía es un “espejo” del ser similar al mundo de la meditación zazen (“meditar sentado”).

Caligrafía en el templo Ryūunji. © Masterworks
Caligrafía en el templo Ryūunji. © Masterworks

Son muchas las personalidades del budismo japonés que han quedado fascinadas por la caligrafía de Shōko. Kimiya Kōshi, sacerdote en jefe del templo Ryūunji (en la ciudad de Hamamatsu, prefectura de Shizuoka) que celebra una exposición suya cada año, es uno de ellos. Ensalza su arte, aduciendo que “Es como si el propio Buda se hubiera sentado a escribir con el pincel: la existencia de esta artista encarna la visión de la nada misma, como el ‘Sutra del corazón’ nos enseña”. El templo Ryūunji construyó una sala especial para albergar una enorme versión de este sutra que Shōko escribió cuando cumplió treinta años. Esta obra, con cuatro metros de alto y dieciocho de largo, es al parecer la copia más grande del mundo del “Sutra del corazón”.

Empatía hacia madre e hija

Shōko ha realizado caligrafía especialmente dedicada para algunos de los templos y santuarios más importantes de Japón, como Ise Jingū, Hōryūji y Tōdaiji, en Nara, Kenninji, en Kioto, y Kenchōji, en Kamakura. Y en ese tipo de lugar hay una escena que se repite con frecuencia: gente normal que acude con niños. Y no son pocas las madres que acuden con hijos con síndrome de Down.

Caligrafía de Fūjin Raijin (dioses del viento y el rayo) junto a un biombo, Tesoro Nacional, de la misma temática en el templo Kenninji, en Kioto. (Imagen por cortesía del templo Daihonzan Kenninji)
Caligrafía de Fūjin Raijin (dioses del viento y el rayo) junto a un biombo, Tesoro Nacional, de la misma temática en el templo Kenninji, en Kioto. (Imagen por cortesía del templo Daihonzan Kenninji)

Los ojos de las jóvenes madres con quienes habla Yasuko se llenan de lágrimas. A su lado, sobre el tatami, Shōko acaricia y abraza a los bebés y a los niños.

“Cuando vemos a un niño llorar tratamos de hacer que no llore más, ¿verdad? Shōko se acerca a ellos y les acaricia la cabeza, y les dice que sean puros, mientras llora con ellos”, cuenta Kimiya, el sacerdote principal. “Al conocerla sentí que quería estudiar más su mundo interior que la caligrafía misma”.

El futuro de Shōko

El mundo del arte también elogia la caligrafía de Shōko. Miyata Ryōhei, artesano del metal que ejerció también como rector de la Universidad Nacional de Bellas Artes y Música de Tokio, y como comisionado de la Agencia de Asuntos Culturales, considera a la calígrafa “Una verdadera artista”. Senju Hiroshi, pintor de estilo japonés y residente en Nueva York, dice también que “Cuando uno ve el ‘Sutra del corazón con lágrimas’ puede sentir la misma energía que en la escultura de maestros como Brancusi o Isamu Noguchi”.

Las palabras de Senju sobre la caligrafía de Shōko, al final de la película, nos invitan a reflexionar. Nos explica que su arte es necesario precisamente porque la nuestra es una época llena de ansiedad, en la que la vida se va viendo cada vez más reducida. El público, tras haber observado cómo Shōko trabaja, repleta de cálidos sentimientos, se estremecerá sin duda ante las duras palabras del pintor.

Espero que el lector pueda comprobar en qué consiste todo esto por su cuenta, en la sala de cine. No es ni más ni menos que un grito de aliento, cargado de cariño, de un artista veterano hacia Shōko. Con él, espero que el público reflexione sobre el futuro de Shōko, y sobre todas las obras que aún está por crear.

Madre e hija rezan juntas en la sala del recinto del templo Ryūunji, donde se halla expuesto el “Sutra del corazón” más grande del mundo. © Masterworks
Madre e hija rezan juntas en la sala del recinto del templo Ryūunji, donde se halla expuesto el “Sutra del corazón” más grande del mundo. © Masterworks

Kanazawa Shōko

Kanazawa Shōko

Calígrafa –su pseudónimo es Shōran– nacida en Tokio en 1985. A los cinco años comienza a aprender caligrafía con su madre. En 2005 realiza su primera exposición individual, titulada Shōko, Sho no Sekai (Shōko, el mundo de la caligrafía). Posteriormente, también ha mostrado sus trabajos en exhibiciones exclusivas en enclaves como el templo Hase, en Kamakura, el Kennin, en Kioto, y el Tōdai, en Nara. Su primera exposición en el extranjero fue en Nueva York en 2015, a la que siguieron sendas muestras en Pilsen y Praga, en la República Checa, en septiembre y noviembre, respectivamente. Entre sus obras, de las que su madre es coautora, destacan Tamashii no Sho: Kanazawa Shōko Sakuhinshū (Caligrafía del espíritu: recopilación de las obras de Kanazawa Shōko) y Umi no uta, Yama no Koe: Shoka Kanazawa Shōko Inori no Tabi (La canción del mar y la voz de la montaña: viaje de oración de la calígrafa Kanazawa Shōko).

(Artículo traducido al español del original en japonés. Imagen del encabezado: © Masterworks)

© Masterworks
© Masterworks

Información de la película

  • Dirección: Miyazawa Masaaki
  • Reparto: Kanazawa Shōko, Kanazawa Yasuko
  • Producción ejecutiva: Kamada Yūsuke
  • Música: Kobayashi Yōhei
  • Edición: Miyajima Ryūji
  • Fotografía: Miyazawa Masaaki, Ōta Seiko
  • Dirección de imágenes de archivo: Kojima Yasufumi
  • Producción: Masterworks, Generation11
  • Distribución y publicidad: Nakachika Pictures
  • Año de producción: 2023
  • País de producción: Japón
  • Duración: 79 minutos
  • Página web oficial (en japonés): shoko-movie.jp
  • En cines de todo el país desde el 2 de junio

Tráiler

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