El ‘Man'yōshū’ y Reiwa, ecos del pasado en una nueva era

El ‘Man'yōshū’ y la era Reiwa: La sociedad matriarcal

Literatura

La antigua sociedad japonesa, tal como queda representada en el poemario Man'yōshū, era en realidad un matriarcado. El matrimonio adoptaba una forma muy característica, pues el marido apenas era un visitante en el hogar. El peso del hombre en los asuntos de la casa ha sido, desde antiguo, insignificante.

Tare so kono
wa-ga-yado ni ki yobu
tarachine no
haha ni korohae
mono omou ware wo

(Poema no atribuido a ningún autor, 3.484 del Libro XIV)

Que, en japonés moderno, sería:

Dare nan´desu ka?
Kono wa-ga-ya ni kite, watashi no namae wo yobu no wa...
(tarachine no)
o-kā-san ni shikararete
monoomoi ni fukette iru toki ni

¿Pero quién es
el que a mi casa viene
y mi nombre llama
ahora que me aflijo,
de lo que me riñe mi señora madre?

 

Tuve el honor de trabajar varias veces junto al psicólogo Kawai Hayao (1928-2007) y creo que fue con ocasión de un simposio cuando me dijo que en el mundo animal la relación padre-hijo era totalmente secundaria, que lo realmente importante era la relación madre-hijo. Recuerdo que me dejó hundido, pensando en que el marido como patriarca pertenecía a una dimensión cultural temporalmente corta, mientras que en la larga relación de decenas de miles de años entre la madre y el hijo, no pasaba de ser algo accesorio, un apéndice.

Leyendo los poemas del Man’yōshū a la luz de esas reflexiones encontramos, efectivamente, una débil presencia paterna. El de este poemario es un mundo, diríamos, aplastantemente materno. Existe una razón y es que, en aquella época, el matrimonio no era conviviente, pues las relaciones hombre-mujer seguían comúnmente la fórmula del tsumadoi-kon o matrimonio de marido visitante. Los niños eran criados en el hogar materno y era la madre quien lo decidía todo sobre el matrimonio de aquellos. Es decir, que sin la aquiescencia materna no había forma de casarse. La madre con hijas en edad de contraer matrimonio era una celosa vigía siempre dispuesta a espantar a los moscardones.

De este poema parecen surgir ecos de voces de muchachas que se excusan en el miedo a las reprimendas maternas. En una sociedad que tomaba por norma rectora la moral confuciana, el patriarcado era firme y reconocida la potestad paterna, sí, pero todo eso a un nivel de imagen pública o apariencia social, porque en la práctica, sobre asuntos como la crianza y la educación de los hijos, o sobre el matrimonio de estos, la madre era la que tenía la última palabra.

Para cuidar de una, no hay nada como la propia hija. Y como sostén en la vejez, lo mismo. Me parece una consecuencia totalmente lógica de la sociedad matrilineal. Pero no es menos cierto que para las jóvenes, la madre debía de representar una carga muy grande.

Fotografía del encabezado: PIXTA.

Reiwa Man'yōshū