El ‘Man'yōshū’ y Reiwa, ecos del pasado en una nueva era

El ‘Man’yōshū’ y la era Reiwa: El poema de lo que se va

Literatura

La crisis del coronavirus nos exige abstenernos de salir y el recogimiento de esta nueva vida le habrá dado a más de uno ocasión para reflexionar. En la visión de la vida que tenemos los japoneses se refleja con intensidad el pensamiento budista. ¿Y qué pensamiento es ese?: el mujō, la no-permanencia.

He aquí un poema del novicio Manzei:

Yononaka wo
nani ni tatoen
asabiraki
kogiinishi fune no
ato nakigotoshi.
(Novicio Manzei, poema 351 del Libro III) 

Que en japonés moderno sería:
Yo no naka to iu mono wo
nani ni tatoeyō?
Asa minato wo
kogidashita fune no...
sono atokata mo nai no to onaji.

Este mundo nuestro,
¿a qué podría compararlo?
Es como la extinta estela
del barco que de mañana
se hizo a la mar.

 

Se habla de “budismo” como si fuera uno solo, pero sus sutras (escrituras) son incontables. Están, por una parte, los que se escribieron en sánscrito y en pali, y muchos otros que fueron traducidos al chino. Además, las creencias budistas alcanzan una variedad infinita, pues fueron variando de una región del mundo a otra, de una época a otra. Por eso es tan difícil obtener una idea de conjunto del budismo.

Si es del budismo japonés de lo que hablamos, estamos ante una modalidad del Asia Oriental, aprendida a partir de los sutras traducidos al chino clásico. El budismo aceptado y adoptado en Japón hubo de pasar primero por el filtro de las letras chinas y de los textos en chino clásico. Y traducir a otro idioma escrituras religiosas, evidentemente, supone trasplantar un pensamiento foráneo a una cultura religiosa diferente. En virtud del propio acto de la traducción, se crea una nueva religión. Así pues, podemos decir que a partir del momento en que estos sutras fueron traducidos al japonés, nació en nuestro país una religión diferenciada del budismo chino y... ¡buf, me estoy metiendo en camisa de once varas! El tema me supera ampliamente. Tan pocas líneas escritas y estoy ya sudando frío.

Yendo a lo fundamental, ¿cuál sería el punto más importante que aprendimos los japoneses de toda esa colosal cantidad de sutras? Sin duda, la idea del mujō o no-permanencia, una filosofía consistente en reconsiderar la vida humana a la luz del paso del tiempo. Lo que eran escrituras traducidas al chino pasaron a expresarse en la lengua del antiguo Japón y así fue como nació el budismo japonés, que es, dicho con atrevimiento, un budismo que nos cuenta en japonés todas esas enseñanzas que habían sido traducidas al chino. Es un budismo reconstruido en lengua japonesa.

Por ello, los maestros budistas japoneses de la antigüedad temieron siempre apartarse de las enseñanzas del budismo chino y del indio, y siempre quisieron viajar tan al oeste como fuera posible, quedarse allí unos años estudiando y traer de vuelta a Japón textos y enseñanzas.

Si le preguntase a Manzei, autor de este poema, en qué consiste eso del mujō, me contestaría algo así.

Supongamos que hay un barco. Y que ese barco se ha hecho a la mar por la mañana. El barco ya no está aquí. Queda tras de él la estela, sí, pero también esta terminará borrándose. Quien, de mañana, haya visto el barco salir del puerto sabrá de su existencia, pero tarde o temprano también esta persona morirá. Lo único que sabemos es que todo acaba borrándose. El mujō es, pues, el no estar ya ahí.

Todo se borra. Adoptar la perspectiva del mujō equivale a ser consciente de ello. Eso es lo que nos enseña Manzei en este poema.

Fotografía del encabezado: PIXTA.

literatura japonesa Reiwa Man'yōshū