El ‘Man'yōshū’ y Reiwa, ecos del pasado en una nueva era

El ‘Man’yōshū’ y la era Reiwa: Lugares bajo autoridad divina

Literatura

La pandemia aprieta y ante tan tremendo enemigo el último recurso que nos queda es rezar a los dioses. ¿O no es así? En la antigüedad los marinos arriesgaban sus vidas en difíciles travesías marítimas. Y siempre tenían un momento para acordarse de los poderes superiores.

Chihayaburu
Kane no misaki wo
suginu to mo
ware wa wasureji
Shika-no-sumekami

Que en japonés moderno sería:

Osoroshii, osoroshii nansho,
Kane no misaki wa
sugita...
Keredomo watashi wa wasuremasen
Shiga no kaijin-sama no koto wa!

¡Quedó atrás, sí,
el terrible cabo de Kane!
Pero no quedó olvidada, no,
la protección dispensada por su dios marino,
Shika-no-sumekami.

(Poema no atribuido a ningún autor, 1.230 del Libro VII)

 

Decía una vez un amigo mío que el politeísmo puede llegar a ser un incordio. ¡Dioses por aquí, dioses por allá! No le faltaba razón. Yo, personalmente, veo el politeísmo japonés como una estructura cultural que produce un inagotable caudal de deidades y así lo explico en mi libro Nihonjin ni totte sei naru mono to wa nani ka (“¿Qué es lo que los japoneses consideran sagrado?”; Chūō Kōron Shinsa, 2015). Cosas, seres humanos e incluso, a veces, acciones, pueden deificarse.

Como es sabido, cada lugar tiene su dios. En la literatura clásica de la antigüedad, estos dioses aparecen bajo el nombre de kuni-tsu-kami (“dioses del país”). En este caso, kuni señala una pequeña área geográfica. Cada paraje o lugar tiene, pues, su deidad. Y esto obliga al viajero a presentar sus respetos al dios tutelar del lugar por el que pasa y a hacerle alguna ofrenda acorde a sus posibilidades, debiendo cumplir el precepto cada vez que accede a un nuevo lugar.

Los barcos que salían de la bahía de Hakata en dirección a las regiones nororientales del país debían dar un gran rodeo para evitar la isla de Shika (Shikanoshima). El viraje exigido era de casi 90 grados. Luego había que llegar hasta el extremo opuesto de la isla. Para los marinos de la antigüedad, la maniobra entrañaba grandes dificultades técnicas. Era uno de los puntos negros en la ruta. Y el problemático lugar, integrado hoy en Higashi-ku (ciudad de Fukuoka) estaba bajo la tutela del dios llamado Shika-no-Sumekami.

Pero las dificultades no terminaban allí. Se abría ante ellos la famosa zona marítima de Hibikinada, con rápidas corrientes y angosturas entre cabos e islas, donde el peligro de encallar era muy grande. Para pasar el cabo de Kane, no había otra opción que aferrarse a la protección de su poderoso dios. Los barcos habían salido ya de la “jurisdicción” de Shika-no-Sumekami.

¿A dónde apunta el poema? Hemos superado sin percances la travesía del cabo de Kane. Estamos a salvo, sí, pero no por ello olvidamos el favor recibido del poderoso Shika-no-Sumekami. Por mucho que nos apartemos. Y así lo hacemos saber, pues nuestra gratitud es grande. Una verdadera declaración de fe.

Fotografía del encabezado: capilla y edificio principal del santuario sintoísta de Shikaumi. (PIXTA)

literatura japonesa Reiwa Man’yōshū