El ‘Man'yōshū’ y Reiwa, ecos del pasado en una nueva era

El ‘Man’yōshū’ y la era Reiwa: El otoño, una estación que pide compañía

Literatura Cultura

En el otoño las noches se alargan más y más. El Man’yōshū está lleno de gente romántica. Degustemos este pequeño poema otoñal. ¿Logrará conectar también con nuestras jóvenes generaciones?

Aki no yo wo
nagashi to iedo
tsumori ni shi
koi wo tsukuseba
mijikakarikeri

En japonés antiguo:

Aki no yo wo
nagai, nagai to hito wa iu keredo...
tsumori ni tsumotta kono omoi
sono omoi wo harasō to sureba
(soryā, soryā)
mijikai mon yo!

Largas dicen que son
las noches de otoño.
Pero, ¡ay, este amor acumulado!
Para servir al amor,
¡qué cortas resultan!

(Poema no atribuido a ningún autor, 2.303 del Libro X)

 

Viajando por Europa, a latitudes superiores a las de Japón, uno se sorprende al ver que a las nueve de la noche el cielo todavía está claro. Estas cosas nos dejan perplejos a los japoneses, aunque en nuestro país tenemos cuatro estaciones con sus correspondientes cambios de temperatura y, si bien quizás no en la misma medida que Europa, sus diferencias en la duración del día y de la noche.

Es en estas largas noches de otoño cuando la gente se entrega a sus cavilaciones y –también el creciente frío debe de tener algo que ver en esto– echa de menos la compañía humana... ejem..., soy consciente de lo trillada y tópica que me está saliendo esta “disertación estacional” pero, dado que es un ejercicio clásico para quienes nos especializamos en nuestra literatura nacional, seguiré adelante con ella.

Sí, llegada esta estación indudablemente las noches se alargan mucho, pero para los enamorados que por fin pueden entregarse a ese amor tan largamente acariciado, una noche es un lapso efímero por muy larga que digan que sea.

Que algo pueda parecernos largo o corto entra en el terreno de lo subjetivo. Entre las percepciones que experimenta un individuo, desde luego, no está la del “tiempo objetivo” ni nada que se le parezca. Muy en particular, cuando hablamos de los encuentros amorosos.

Hace dos décadas, cuando trataba estos temas en el aula, las universitarias escuchaban con un fulgor en sus ojos. Ahora ya no es así. Ahora sus rostros reflejan aburrimiento. ¿Será que todo esto lo tienen ya más que asumido?

Fotografía del encabezado: PIXTA.

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