Tora-san, el tokiota errante

Cultura Cine

Al salir de la estación de Shibamata, en el norte de Tokio, se yergue la estatua de un vendedor ambulante venido a menos, con una mano en uno de sus bolsillos y la otra sosteniendo una maleta raída. Aunque viste chaqueta, su sombrero de fieltro y sus sandalias dejan claro que no se trata del típico salaryman. Si uno mira detenidamente, puede observar además que los dedos de su pie izquierdo relucen por el roce continuo de las personas que los tocan para atraer la buena suerte.

Tora-san está siempre presente en el barrio de Shibamata. (La cinta para sensibilizar sobre la protección frente a incendios es un añadido reciente, no la encontrarán en ninguno de sus filmes)

Es la estatua de Tora-san, el héroe de la increíblemente extensa saga de películas Otoko wa tsurai yo (Es duro ser un hombre), de la que se rodaron 48 cintas desde 1969 hasta 1995. Cada año se estrenaban dos o tres películas hasta que la historia perdió fuelle en los años noventa, cuando el ritmo de producción pasó a ser de una película al año a finales de diciembre. Aún así, esta serie de filmes no llegaron realmente a su fin hasta el fallecimiento de Atsumi Kiyoshi, el actor que encarnó a Tora-san en todos y cada uno de los episodios.

Tora-san es descrito como “nuestro querido vagabundo” en el título de una de las traducciones de sus primeras películas, pero como muchos personajes de cómic, parece que puede llegar a ser insoportable si lo conocemos de verdad. Pese a sus nobles intenciones, no tarda en ponerse furioso y beber parece sacar lo peor de él. En la primera de sus películas, sus bromas ebrias y fuera de tono echan a perder una cita con un candidato casadero para su hermana, aunque él se niega a aceptar cualquier tipo de responsabilidad.

A lo largo de la serie de películas, Tora-san no es tan afortunado como sugiere el reluciente pie izquierdo de su estatua. Sufre de desamor una y otra vez ya que las mujeres de las que se enamora acaban siempre con otro hombre. Tora-san conoce por costumbre a nuevas mujeres mientras deambula por Japón (y a veces en el extranjero), ofreciendo numerosas oportunidades para la localización escénica cinematográfica. Pero otra clave de estas películas es que siempre regresa a Shibamata, el hogar de su tío, tía y hermana menor.

En las películas, Shibamata se presenta como un lugar de tradicionales tiendas pequeñas y estrechos lazos comunitarios. Es el área conocida como shitamachi, los improvisados subúrbios con vecindarios de la clase trabajadora al este de la metrópolis que aún mantienen la esencia de la época en la que Tokio se llamaba Edo. El propio Tora-san recuerda sin duda un Japón más antiguo con sus eternas sandalias y el amuleto protector que lleva siempre colgado del cuello.

Hoy Shibamata hace su agosto gracias a su hijo predilecto. Pasando la estatua, erigida en 1999, y entrando en la principal calle comercial, encontramos toallas, galletas de arroz (senbei), y toda clase de productos relacionados con Tora-san allá donde posamos la mirada. La tienda en la que antiguamente el tío de Tora-san vendía kusa-dango (bolitas amasadas dulces de arina de arroz con artemisa), vende hoy los mismos dulces que antaño para los clientes nostálgicos. El éxito de las películas ha favorecido que esta tienda antes conocida como Shibamata-ya cambie su nombre por el de Tora-ya.

El senbei que se vende en una tienda de Shibamata muestra en su envoltorio un rostro familiar.

Al final de la calle se encuentra el Shibamata Taishakuten, un templo que es el hogar del monje Gozen-sama en las películas, interpretado por Ryū Chishū. Tras sus papeles en los filmes Primavera tardía, Cuentos de Tokio, y otros clásicos de Ozu Yasujirō, Ryū quedó asociado con el benevolente pero a menudo poco mundano Gozen-sama al igual que Atsumi con Tora-san. Para los visitantes que aún necesiten más, además, está el Museo de Tora-san a pocos pasos del templo.

La serie de películas comenzó como un remake del serial de televisión homónimo, Otoko wa tsurai yo, en el que Tora-san tiene un trágico final cuando es mordido por una serpiente en Okinawa. La audiencia, enfurecida, obligó al director Yamada Yōji a devolver al personaje a la vida en la gran pantalla, donde su éxito fue creciendo cada vez más. Sus filmes estaban en el ranking anual de películas más taquilleras y eran repetidos una y otra vez en televisión.

Ha habido muchas otras adaptaciones de este personaje, incluyendo una serie de animación en la que Tora-san es un gato, y uno de los spin-off más típicos de Japón, una máquina de pachinko. Se sabe además que el emperador Shōwa era un fan de la serie, y que el primer ministro Obuchi Keizō (en el gabinete entre 1998 y 2000) estaba registrado como el miembro número 1 del club de fans oficial de Tora-san. Incluso se dice que los líderes norcoreanos Kim Il Sung y Kim Jong Il estaban entre los devotos de las aventuras de este vendedor ambulante.

Supongo que la habilidad de Tora-san para sobreponerse a la adversidad (y una vez a la muerte) es en parte lo que le hace tan popular. No en vano nunca se toma un respiro, y siempre lo sigue intentando en algún otro lugar. Es un incansable tokiota errante de pura cepa. Mirando su estatua, enclavada en Shibamata, me pregunto si estará pensando en bajar de su pedestal y volver al camino.

Las gastadas sandalias del personaje recuerdan a días pasados, granjeándose el cariño de la audiencia de aquellos nacidos en la era Shōwa, que convirtieron su serie de películas en una de las más apreciadas del cine japonés.

(Traducción al español del artículo original en inglés)

cine Ozu Yasujirō Cuentos de Tokio Tora-san