Raku Kichizaemon, un creador reconciliado con su tradición

Cultura

La familia Raku viene elaborando vasijas utilizadas en la ceremonia del té desde hace 450 años. Kichizaemon, de la decimoquinta generación de artesanos, explica lo que significa para él ser portador de la tradición artística de Chōjirō, fundador de la estirpe cuyas creaciones satisficieron al mítico maestro del té Sen no Rikyū, y cuál es el espíritu que insufla a sus propias creaciones.

Raku Kichizaemon RAKU Kichizaemon

Sucesor de decimoquinta generación de la casa Raku. Ceramista. Presidente de la fundación que administra el Museo Raku y director del mismo. Nació en Kioto en 1949. Después de graduarse por el departamento de Escultura de la Universidad de las Artes de Tokio en 1973, continuó sus estudios en Italia durante dos años. Sucedió formalmente a su antecesor en 1981. Ha recibido gran número de galardones, entre ellos el Premio de la Sociedad Japonesa de la Cerámica. En 2000 fue nombrado Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia. Ha diseñado el ala que lleva su nombre en el Museo de Arte Sagawa, inaugurado en 2007 en la ciudad de Moriyama (prefectura de Shiga), así como la casa de té que puede admirarse en dicho museo. Es autor, entre otros, del libro Chawan’ya (Tankōsha) y de RAKU: A Legacy of Japanese Tea Ceramics (coautor, Seigensha), así como del álbum RAKU KICHIZAEMON (Raku Bijutsukan).

Un conflicto con una tradición de 450 años

ENTREVISTADOR Como primogénito de una familia en la que la fabricación de vasijas para la ceremonia del té se ha transmitido celosamente de generación en generación a través de un único heredero en cada una de ellas, ¿cómo se ha tomado usted ese destino que le ha caído en suerte, el de cargar con toda esa historia y toda esa tradición?

Raku Kichizaemon Miraba con cierta incredulidad que la misión de heredar todo eso tuviera que anteponerse a cualquier otra cosa. De joven ardía en mí un espíritu muy rebelde y me decía a mí mismo que, si encontraba otra cosa que me atrajera más, tenía que ser consecuente y seguir mi propio camino. Pensaba que, incluso en el caso de decidirme finalmente a ser el heredero, la elección debería hacerla sobre la base de una firme voluntad por mi parte. No es que odiase la ceremonia del té, pero nunca tuve el menor interés en las chakai (reuniones) que se hacían en casa, ni actué como ayudante. Tenía la idea de que si me asomaba a ese mundo sin la debida prevención, perdería mi individualidad y no me movería por propia voluntad, sino que acabaría siendo un juguete en manos de otros, o alguien siempre pendiente de su imagen. Sentía una resistencia no solo frente a la ceremonia del té, sino frente a la cultura tradicional japonesa en general y, por ejemplo, a espectáculos tradicionales como el Noh no iba nunca.

ENTREVISTADOR Cuando cursaba estudios en la Universidad de las Artes de Tokio no se especializó en cerámica, sino en escultura.

Raku Después de graduarme de la universidad seguí durante algún tiempo un curso en la sección de escultura de la Accademia di Belle Arti di Roma. En aquel entonces yo era muy escéptico y al chocar con el muro de preguntas como qué es expresarse o qué es la expresión, fui incapaz de crear nada durante un largo periodo. Por supuesto, las obras de Miguel Ángel y del arte italiano en general me parecieron maravillosas. Pero me asaltaban las dudas sobre si tendría sentido sacar al mundo, en forma de obras artísticas, cosas que fueran una expresión de mí mismo al 100 % como lo eran de sus creadores aquellas esculturas o pinturas, y atravesé una época muy dura, sin poder hacer ninguna actividad creativa.

ENTREVISTADOR A partir de aquella época, ¿qué evolución siguió hasta finalmente decidirse a ser sucesor de la actividad artesanal familiar?

Raku Residir durante una temporada en el extranjero significó para mí experimentar simultáneamente dos culturas, pues me permitió sentir en propia carne lo occidental y, al mismo tiempo, me despertó a lo japonés que llevaba dentro de mí mismo. En Roma conocí a la maestra del té Nojiri Michiko y me sentí arrastrado a visitar su escuela de té. Allí no había un solo alumno japonés. Todos se habían encontrado con la ceremonia del té en algún punto de su vida y se la habían tomado muy en serio. Aquello fue para mí una revelación. El muro que había levantado a mi alrededor para defenderme de aquel mundo se desplomó y junto a ellos pude por primera vez acercarme a la ceremonia del té con verdadero interés. Y eso que las lecciones se daban en italiano.

Entonces pude sentir eso tan intrínsecamente amable que encierran las vasijas del té. Poniendo esa vasija en contacto con las manos de un desconocido se pueden tocar sus fibras más íntimas, haciéndole sentir esa calidez, esa amabilidad. Y con eso basta y sobra. Entonces, por primera vez, me pareció que merecía la pena sacar al mundo una obra que fuera expresión de mí mismo. La amabilidad nace de ese carácter práctico que tiene la vasija, pues va a ser usada por otra persona. Me di cuenta de que se abría la posibilidad de crear ese vínculo con la gente y con el mundo, y que la cuestión no se reducía a exponer a la gente tu propio yo o tu individualidad exigiendo una valoración.

Un sencillo diálogo entre la arcilla y las manos

ENTREVISTADOR Las vasijas del té de la casa Raku se fabrican sin utilizar el torno de alfarero y esto les da todavía una mayor amabilidad.

Raku  Siguiendo la conciencia estética de Sen no Rikyū, vemos que él concebía la relación con la cosa de una forma muy inmediata: en medio, a modo de colchón de amortiguación, no ponía nada. Por ejemplo, las paredes de tierra (en la habitación ceremonial) las usa tal como son, en toda su rudeza, evitando en lo posible añadir ornamento alguno a su superficie. Lo mismo puede decirse del método de elaboración de sus objetos de cerámica. En aquella época, casi todas las vasijas se hacían con torno, que permitía la fabricación en serie, pero las vasijas para el té de la casa Raku no se hacían con este instrumento, sino siguiendo el método llamado tezukune, de una forma totalmente manual, primitiva, podríamos decir. Son formas concebidas sintiendo el material con el tacto, con la vista, con todo el cuerpo, a las que se da expresión de una forma directa. Es así como se consiguen esas formas redondeadas, llenas de calidez y amabilidad, típicas de las vasijas de la casa Raku.

La vasija Raku bautizada con el nombre de Mozuyaguro, de la serie negra, fue facturada por Chōjirō, artesano de la primera generación familiar (periodo Momoyama, siglo XVI). Colección del Museo Raku. Esta pieza, arquetipo del gusto estético del gran maestro del té Sen no Rikyū, se dio a conocer al gran público al aparecer en la escena de la película Rikyū ni tazuneyo (inglés: Ask This of Rikyū; 2013, productora Tōei) en la que el mítico maestro, interpretado por el actor de kabuki Ichikawa Ebizō, prepara el té instantes antes de darse muerte. Periodo de exposición: 14 de marzo - 16 de abril de 2017.

La histórica habitación ceremonial Taian, cuya construcción se atribuye al gran maestro del té Sen no Rikyū, es un minimalista espacio con una extensión de tan solo dos tatamis y el preceptivo tokonoma. Es una atmósfera que crea una peculiar sensación de cercanía e intensidad, pues anfitrión y huésped, sentados frente a frente, pueden oírse respirar. En este ambiente, esa artesanal y primitiva vasija de té que se entrega en mano vehicula algo más que una infusión: es un instante en que el anfitrión deposita toda su servicial dedicación. Un instante en el que la vasija en sí podría quedar incluso olvidada, desleída en las formas cóncavas que adoptan las manos que entregan y las que reciben. Es dentro de esta intensa relación humana donde las vasijas de té elaboradas con los métodos más artesanales brillan más alto.

En la elaboración de las vasijas de té de la casa Raku no se utiliza el torno de alfarero, sino la técnica denominada tezukune, transmitida en el seno de la familia Raku. El tezukune no se basa en las tradicionales barritas de arcilla que van añadiéndose a la vasija. Se parte de un disco grueso de arcilla que se va modelando con las manos hasta conseguir una forma que se adapte perfectamente al hueco de estas.

El negro, un desafío interminable

ENTREVISTADOR ¿Ha permanecido invariado desde la época del fundador hasta su generación el método del tezukune? En concreto, ¿qué es lo que se le transmite al heredero?

Raku El tezukune es el fundamento de la cerámica Raku, lo hemos heredado del fundador y no podemos modificarlo de ninguna manera. Solo con este método pueden conseguirse formas que exhalen ese peculiar encanto. Este método se transmite; lo que no se transmite es todo aquello que se confía a la inventiva personal y a la creatividad de cada uno. Por ejemplo, dentro de la cerámica Raku hay dos líneas de color: la negra y la roja. Son dos colores a los que llegó Chōjirō, el fundador, después de haber descartado muchos otros, y nosotros tenemos que respetarlos. Pero el negro puede tener diferentes matices. Eso entra ya dentro de un terreno expresivo en el que cada cual tiene que aprovechar al máximo su inventiva y habilidad. Los métodos de preparación de los esmaltes no se transmiten por escrito y tampoco se enseñan directamente. No se deja nada parecido a una receta. Cada uno de los herederos parte de cero y solo después de una larga serie de intentos, por ensayo y error, puede encontrar su propio negro para el esmalte. Y ese negro va variando también a lo largo de la vida del artesano. Es importante que cada generación suceda a la anterior creando su propio mundo.

Violencia dentro del sosiego

ENTREVISTADOR Entre sus obras, hay algunas que transmiten una violencia bastante vanguardista…

Raku Al ver mis vasijas cocidas con la técnica yakinuki(*1), que tienen esa violencia, mucha gente me dice que se apartan considerablemente de la tradición familiar y pregunta de qué forma empalman con la herencia de Chōjirō. Quizás no me crean, pero para mí están firmemente vinculadas con esa herencia.

La pieza llamada Yōkoku, de la línea de cerámicas negras cocidas al estilo yakinuki, obra de 1989 de Kichizaemon, de la decimoquinta generación de la casa Raku. Colección particular. El cuerpo de la vasija ha recibido varios cortes a espátula. Su forma dista de la de las piezas creadas por el fundador de la casa, Chōjirō, pero la pieza ha heredado su mismo pensamiento radical.

Las piezas de Chōjirō son piezas serenas. Pero esencialmente son profundas y violentas. Es como si la pieza te invitara a tomar el té en ella, negándote al mismo tiempo, con agresividad, el diseño, el color y la forma que uno considera bellos. Esa violencia que se halla dentro del sosiego de la pieza la he aprendido de las obras de Chōjirō y estoy dispuesto a heredarla y trasmitirla. Es algo que no está en la forma de la vasija, ni en su tonalidad ni en la calidad del material. Es esa fuerza que impele a salir violentamente a la contra, contradiciendo la creencia generalizada. Yo creo que ahí es donde se en qué sentido estoy vinculado con Chōjirō. Cuando veo cumplida mi voluntad o pensamiento, y veo además que sobre esa consecución es posible establecer una verdadera armonía anímica mutua, entonces es cuando me parece que ese gesto de entregar al otro un cuenco de té puede encerrar todo ese mundo de calma y serenidad.

La pieza llamada Nekowaride, ligada con plata, obra de Kichizaemon (15 generación de la casa Raku). Fue en su día una bella pieza por la que su autor tenía una especial predilección, pero que hace 40 años cayó al suelo, al paso de un felino furtivo, y se hizo añicos. Fue su esposa, Fujiko, quien se encargó de juntar los trozos y reparar la pieza con resina y polvo de plata. Pasó así a ser uno de los tesoros secretos de la colección familiar, mostrándose solo a los invitados de más confianza. Contemplando el interior de la vasija se hace patente que esta ha sido utilizada innumerables veces para servir el té koicha. Esta pieza no se exhibe en la exposición actualmente abierta.

Reportaje y texto: Kawakatsu Miki
Fotografías: Kawamoto Seiya
Vídeo y edición: Omote Kaita
Vídeo: Hanabusa Ryō

(*1) ^ Método de cocción iniciado en tiempos de Ichinyū, heredero de la cuarta generación. Las vasijas quedan expuestas a un fuego más fuerte que el usado en la línea de cerámica negra y no son muchos los herederos que han cultivado esta técnica. A diferencia de las vasijas cubiertas de esmalte, que hace posible un tacto suave, la superficie de las vasijas producidas por este método es muy áspera, llegando a veces a resultar dolorosa al tacto. Raku Kichizaemon explica que desea conferir a su cerámica lo que significa confiar la factura de la pieza al azar, metiéndola a propósito en un fuego fuerte y natural.

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