El compositor y productor Murai Kunihiko: la revolución del panorama musical en Japón

Cultura

Tras la Segunda Guerra Mundial, el Japón de la reconstrucción necesitaba de un tipo de música que se adecuara a una nueva forma de vida. Al entrar en la década de 1970, aparecieron en el panorama musical artistas como Arai Yumi y la Yellow Magic Orchestra, esta última con una proyección internacional, gracias a la labor de Murai Kunihiko. El productor y compositor nos desvela la clave para que la música nipona vuelva a brillar ahora que la industria se enfrenta a nueva fase.

Murai Kunihiko MURAI Kunihiko

Productor y compositor nacido en Tokio en 1945. En 1967, termina sus estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad Keiō, año en el que también debuta como compositor. En 1969, funda la editorial musical Alfa Music, que más tarde se convierte en Alfa Records. En 1978, firma un contrato con la discográfica estadounidense A&M. Un año después, saca a la venta en Estados Unidos un álbum de la Yellow Magic Orchestra que se convierte en todo un éxito mundial. Posteriormente fija su residencia en Los Ángeles, desde donde continúa con su labor en la industria musical. En 2015, organiza el Alfa Music Live. En 2017, se cumple el quincuagésimo aniversario de su carrera como compositor (25 años en Tokio y otros tantos en Los Ángeles).

El respeto por los derechos de propiedad intelectual

Murai ha compuesto hasta 300 temas, entre los que se incluyen canciones como Tsubasa wo Kudasai (Alas, por favor), cuya letra conocen todos los japoneses, y Niji to Yuki no Ballad (Balada del arcoíris y la nieve), esta última para los Juegos Olímpicos de Invierno de Sapporo. Además, como productor, ha trabajado con Arai Yumi (Matsutoya Yumi) y con la Yellow Magic Orchestra, formación integrada por Hosono Haruomi, Takahashi Yukihiro y Sakamoto Ryūichi; su labor sentó las bases de la música pop japonesa y provocó una revolución en el panorama musical de Japón en la década de 1970.

Murai a los 25 o 26 años. En un lustro, compuso unas 300 canciones. Además, ha producido a un sinfín de artistas como presidente de la discográfica Alfa Music, ahora conocida como Alfa Records (imagen cortesía de Murai Kunihiko).

“Mi música tiene su base en el jazz y la clásica. Cuando era estudiante de secundaria básica, comencé a sentir interés por las big bands (grandes bandas). En la universidad, aprendí música tocando el piano y el saxofón en la Light Music Society. En esa época, compaginaba mis estudios con la dirección de una tienda de discos, por lo que sabía, en tiempo real, qué canciones se convertían en éxitos. Sin embargo, no es exagerado decir que le concedía más importancia a los temas que a mí me gustaban que al marketing. En otras palabras, me convertí en compositor porque me gustaba la música y me esforzaba en la práctica”, cuenta Murai.

“Por otra parte, mi labor como productor se basa en despertar en los demás sentimientos que afloran en mí. A los artistas se los juzga por su talento, esencia y carácter, pero no se puede crear una superestrella a partir de una persona que entre dentro de la media, por mucho que se la eduque. Es necesario pulir a quien sobresalga”, prosigue.

Murai no se dedica exclusivamente a la composición y la producción, sino que ha fundado la discográfica Alfa Records, firma que preside y a través de la cual tiene contratos con la casa de discos estadounidense A&M. Le preguntamos sobre las influencias de una persona durante su juventud.

“Cuando era estudiante de secundaria superior, conocí a Kawazoe Hiroshi(*1), dueño del Chianti(*2) y figura importante en los intercambios internacionales de la cultura y el arte japoneses durante la posguerra. El Chianti era un salón de reunión para quienes se movían en el mundo de la literatura y el arte, tanto fuera como dentro de Japón. La edad era lo de menos, así que pude relacionarme con personas de carreras diversas. Gracias a ello, sentí en mis propias carnes la sociedad de vanguardia desde la segunda mitad de la década de 1960 hasta finales del decenio de 1970 y me di cuenta de las dificultades a las que uno se enfrentaría, incluso en Japón, si no se respetaban derechos de propiedad intelectual”, explica el músico.

“En el Japón de aquella época, incluso quienes se dedicaban a la música tenían escasos conocimientos sobre los derechos de autor, y eran muy pocos los que se paraban a pensar sobre cómo funcionaba esta cuestión en el extranjero. Conocer a Kawazoe y el Chianti hizo que me sensibilizara ante las tendencias de la industria musical de vanguardia. Posteriormente, pude ir a la grabación del disco de un amigo en París gracias a Kawazoe y allí fue donde un responsable de Berklee Press me propuso hacerme cargo de su editorial musical en Japón. Poco después, me pusieron en contacto con la estadounidense Screen Gems, lo que me abrió la puerta a relacionarme con figuras de la música en Europa y Norteamérica. Como si de un satélite artificial se tratara, comencé a viajar por el mundo: París, Londres, Los Ángeles, Nueva York... Tenía acceso a la información de última hora y fui forjando vínculos estrechos con gente de aquí y allá a través de la música", relata Murai.

Con el pianista de jazz Christian Jacob organizando, en Los Ángeles, el concierto LA meets Tokyo, que se celebraría el 15 de diciembre de 2017 en el Orchard Hall, en Shibuya, Tokio (imagen cortesía de Murai Kunihiko).

Exportando la música japonesa al resto del mundo

En aquella época, Screen Gems tenía en su cartera a músicos como Neil Sedaka y Carole King. Por medio del contrato con esta casa, Murai tuvo la oportunidad de conocer al abogado que se encargaría de la proyección internacional de la Yellow Magic Orchestra.

“Lou Adler, productor de Carole King, vino a Japón por primera vez en 1972. Cuando le pusimos algunas canciones japonesas, elogió a Hosono Haruomi y su bajo. Sus palabras me hicieron muy feliz, ya que trabajaba con este en las grabaciones y sabía que llegaría el día en que la música japonesa sería valorada en el resto del mundo. En aquella ocasión, hice buenas migas con Abe Somer, el abogado que acompañaba a Adler, e incluso llegué a hospedarme en su casa durante mi estancia en Los Ángeles. A Hosono le encomendé la dirección musical de Arai Yumi, a quien yo producía, y de los artistas de Alfa; posteriormente, firmamos un contrato de exclusividad sobre la base de crear un producto que se pudiera vender en todo el mundo. Así se gestó la Yellow Magic Orchestra”, cuenta.

Studio A, donde han grabado sus discos artistas de la talla de Arai Yumi y la Yellow Magic Orchestra. Hikōkigumo (Estelas de avión), de la solista, fue el tema que lo inauguró (imagen cortesía de Yoshizawa Norio).

Abriéndose paso en el mercado internacional

En 1978, Alfa se desmarcó de las principales discográficas de Japón y firmó un contrato con A&M, la mayor casa de discos de Estados Unidos. Ese contrato allanó el camino para que la Yellow Magic Orchestra se hiciera famosa en todo el mundo.

“El contrato con A&M no se gestó de la noche a la mañana. El presidente, Jerry Moss, y yo habíamos intercambiado impresiones sobre la música que nos gustaba, pero quien desempeñó un papel clave en la firma del contrato fue Abe Somer. Tuvo mucho que ver que él fuera abogado de la discográfica. El contrato se firmó era bilateral y estratégico”, revela Murai.

“A&M tiene personal en todo el mundo, de ahí que la firma pueda moverse nada más recibir órdenes. El contrato que firmamos posibilita vender el catálogo del sello en Japón; nosotros, por nuestra parte, queremos que ellos vendan en el resto del mundo aquellos productos musicales japoneses que consideramos adecuados”, prosigue.

“Cuando se firmó el contrato, Hosono y el resto de miembros de la Yellow Magic Orchestra comenzaron a grabar. Yo me dedicaba a la parte empresarial, mientras que Hosono se hacía cargo de la musical. Mientras íbamos afianzando nuestra relación con A&M, el productor Tommy LiPuma vino a Japón y vio un concierto de la Yellow Magic Orchestra; eso fue lo que le animó a querer vender el grupo en Estados Unidos”, señala Murai.

En 1979, la Yellow Magic Orchestra lanzó su primer álbum en Estados Unidos e hizo una gira por Europa y Norteamérica. En la actualidad, la agrupación sigue teniendo una gran repercusión en artistas de todo el mundo (imagen cortesía de Shogakukan).

“En poco tiempo, grabamos en Estados Unidos y sacamos un disco allí. Además, organizamos sendas giras de conciertos durante dos años consecutivos. En Japón también habíamos cosechado mucho éxito. No recuerdo cuántos millones de discos vendimos, pero lo que sí sé es que se trató de una proeza en los mercados internacionales. De todos modos, si nos hubiéramos esforzado un poco más, habríamos tenido un éxito mayor en el extranjero. Es algo de lo que me arrepiento”, confiesa el productor.

En diciembre de 2017, Tokio albergará un concierto para conmemorar el quincuagésimo aniversario de Murai como compositor. La entrevista en la que se basa este artículo se realizó en marzo, aprovechando la visita del productor a Japón para preparar esa actuación, en el hotel en el que se hospedaba. Murai ya había dispuesto el repertorio de ese recital, que incluía versiones innovadoras de sus clásicos, como una de Tsubasa wo Kudasai con arreglos de jazz. Le preguntamos qué le empujaba a embarcarse en el proceso creativo de una forma tan activa incluso en la actualidad.

“Me suena música en la cabeza desde que me levanto cada mañana. Lo que más me hace disfrutar es pensar en hacer tal o cual canción con una big band, en quién podría interpretar un determinado tema o en elegir diferentes canciones y arreglos. Si hay una cosa que no cambia desde que empecé en esto es mi interés por el trasfondo de la música: ¿cómo entender la música japonesa teniendo en cuenta el contexto histórico de la música occidental? En el siglo XX surgieron el jazz y el rock, fruto de la inquietud de quienes se preguntaban qué tipo de música hacer, así que me planteo si ocurrirá algo parecido en el futuro y, en caso de que así sea, de qué forma se producirá. Cierto es que yo también tengo momentos en los que me vengo abajo, pero si incluyo en mi agenda algo interesante o divertido, todo se soluciona; esa es la mentalidad que siempre he tenido”, sentencia Murai.

En la actualidad, las descargas musicales por Internet han provocado una caída en la venta de discos compactos. Aunque los álbumes antiguos acaparan la atención del público, este busca nuevos valores en la música. Le preguntamos a Murai qué opina acerca de estos cambios.

“A juzgar por el desarrollo de los acontecimientos hasta la fecha, es imposible predecir la repercusión de la digitalización y la gran revolución de Internet. Que los derechos de autor se hayan convertido en algo prácticamente gratuito es un hecho de gravedad. Considero que la esperanza reside en que el público vuelva a la emoción que transmiten los conciertos en directo. Deseo que la gente disfrute de la buena música con el mejor sonido. Ahora me planteo qué es lo más importante para hacerlo posible”, afirma el compositor.

En 1992, Murai se trasladó de Tokio a Los Ángeles, donde fijó su residencia, si bien desarrolla su labor musical a caballo entre Estados Unidos y Japón. Además del concierto del 17 de diciembre de 2017 en el Bunkamura Orchard Hall, en Tokio, para conmemorar el quincuagésimo aniversario de su carrera, tiene prevista una colaboración con el compositor Christian Jacob y la Tierney Sutton Band, ambos responsables de la banda sonora de Sully, hazaña en el Hudson, película dirigida por Clint Eastwood (imagen de Matsuki Naoya).

Imagen del encabezado: Murai durante el concierto Alfa Music Live, celebrado los días 27 y 28 de septiembre de 2015 en el Bunkamura Orchard Hall con motivo de su septuagésimo cumpleaños (imagen de Nippon Broadcasting System y Hot Stuff Promotion)

(Traducción al español del original en japonés)

(*1) ^ Kawazoe estudió en París en la década de 1930 y se relacionó con personajes como Robert Capa, Salvador Dalí y Jean Cocteau. Entre 1954 y 1956 realizó representaciones teatrales en Europa y Norteamérica como director de la agrupación Azuma Kabuki.

(*2) ^ Restaurante italiano precursor de este tipo de establecimientos inaugurado en Iigura, Tokio, en 1960.

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