La perspectiva de la agricultura natural: el ejemplo de Kawaguchi Yoshikazu
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Son campos llenos de flores, entre las que revolotean mariposas y otros insectos, campos que bullen de vida, pero no por ello espacios improductivos donde las zarzas campen por sus respetos. En las hierbas pulcramente cortadas que alfombran los caballones y, en general, en todo el espacio se nota la mano del hombre. Aunque, sin recurrir a abonos ni fitosanitarios, no parece sencillo conseguir cosechas abundantes en un lugar tan natural…
KAWAGUCHI YOSHIKAZUEn la agricultura, la clave está en no arar el suelo. Si dejamos que la naturaleza haga su trabajo, gracias a los seres que viven en ella, las plantas, insectos, microorganismos, etc, el suelo se reblandece y no resulta necesario arar. Si aramos, estamos produciendo un círculo vicioso, ya que destruyendo el medio vital de innumerables insectos y microorganismos, solo podremos obtener cosechas echando abono.
Por supuesto, cada campo tiene condiciones diferentes y cada cultivo tiene su carácter. Y en cada caso hay que encontrar el modo adecuado de echarle una mano a la naturaleza. Lo importante es no pretender dominarla, sino bailar a su ritmo, dejarse llevar. Por ejemplo, para impedir que las hierbas silvestres crezcan más altas que los cultivos, podemos cortar las que crecen alrededor de los cultivos y cubrir con ellas la tierra en esos espacios. Si ponemos ahí hierbas cortadas, o insectos y pequeños mamíferos muertos, podremos conseguir que se descompongan mediante la acción de los microorganismos y que con el paso del tiempo se conviertan en buena tierra de cultivo. Alrededor de los cultivos, que necesitan muchos nutrientes, podemos ir echando los restos de las hortalizas que hayamos cultivado, los rastrojos y los salvados del arroz o del trigo, e incluso los orujos de los aceites, todos los restos de lo que estemos produciendo, lo innecesario, y la naturaleza se encargará de convertirlo en humus.
No aferrarse a fórmulas fijas
ENTREVISTADORA lo largo del siglo XX y durante lo que llevamos del XXI, en Japón se han preconizado algunos métodos de agricultura natural. Entre los primeros proponentes estuvo Fukuoka Masanobu (1913-2008). Su pensamiento se difundió por muchos países y en el Sudeste Asiático consiguió transformar yermos en productivas plantaciones de banano o en bosques, mediante el ingenioso método de esparcir por la tierra los llamados nendo dango, unas bolitas de tierra portadoras de más de cien tipos de semillas de plantas herbáceas y especies de cultivo. En reconocimiento a sus méritos, en 1988 le fue concedido en Filipinas el Premio Ramon Magsaysay. Sin embargo, tanto en Japón como en el extranjero se han dado muchos casos de fracasos al intentar imitar su método. ¿Por qué?
KAWAGUCHISerá porque la gente se aferra demasiado a la fórmula de no labrar, no echar abono, no usar herbicidas y sembrar directamente. Por ejemplo, cuando se usan los nendo dango, ciertas especies crecen naturalmente con solo diseminar las semillas, pero hay semillas que no germinan si no quedan bien enterradas. Los campos no arados van cambiando con los años. Cada zona tiene su temperatura, su clima, sus tipos de suelo… En las regiones tórridas, si se cortan las hierbas y se colocan en los campos inundados de arroz en grandes cantidades, el agua se corrompe, se dañan las raíces del arroz y esto es causa de deficiencias en el crecimiento de la planta. Hay que prestarle a la naturaleza un tipo de ayuda que sea acorde al clima y condiciones de la región, a su suelo y al carácter de los cultivos. No se puede funcionar con fórmulas fijas. Hay que adaptarse a lo que nos dice la naturaleza, seguir su dictado y dejarle hacer. Si nos esforzamos por adoptar una actitud correcta, en cualquier lugar en el que crezcan las hierbas silvestres podremos poner cultivos. Porque, al fin y al cabo, el trigo, el arroz y las hortalizas no son más que “hierbas”.
La antítesis de la mecanización y los derivados del petróleo
ENTREVISTADORLa agricultura natural es una agricultura sostenible, que no representa una carga para el medio ambiente. Los únicos utensilios que se usan son los que pueden tomarse en la mano, como la hoz o la azada. Los cultivos crecen con la única ayuda de la hierba seca que se corta para alfombrar el suelo y de los restos de hortalizas que sirven de abono, y esto no supone coste alguno, así que la actividad puede continuarse indefinidamente. Tampoco se introducen en los campos abonos orgánicos o mantillo producidos en otros lugares. ¿No serán estos métodos de la agricultura natural poco eficientes cuando lo que queremos es asegurarnos un suministro estable de alimentos?
KAWAGUCHIAlgunos se preguntarán qué utilidad puede tener una agricultura como la natural, en la que todo se hace manualmente, en este siglo XXI en el que mucha gente sigue muriendo de hambre en los países en desarrollo. Si compramos un tractor, podremos labrar con él una gran superficie en muy poco tiempo. Aparentemente esto es lo más eficiente. Pero, pensemos: ¿cuántas horas de trabajo son necesarias para aprovisionarnos de los recursos necesarios, o para producir la electricidad que necesitaremos para fabricar un tractor? ¿Cuánta mano de obra necesitaremos? Pensando en términos globales, es una cantidad de trabajo tremenda. Se dice que el mineral de fósforo y otros recursos que se extraen en el extranjero y que sirven de base a los abonos se agotarán en un futuro no muy lejano. Desde ese punto de vista, la agricultura natural, en la que los cultivos se obtienen utilizando solo utensilios tradicionales y métodos manuales, es la más eficiente, la que de una forma más sostenible es capaz de asegurarnos un suministro estable de alimentos.
La tierra se fertiliza sola si dejamos que la naturaleza haga su trabajo
ENTREVISTADORMucha gente seguirá preguntándose, pese a todas las explicaciones anteriores, si realmente se pueden obtener cultivos reciclando lo que se produce en cada lugar. Porque los nutrientes no aumentan por el simple reciclaje. Parece lógico pensar que conforme vayamos obteniendo cosechas, la tierra irá perdiendo su fertilidad.
KAWAGUCHIEs un malentendido. Si dejamos trabajar a la naturaleza, los nutrientes aumentan. Por ejemplo, en relación simbiótica con las raíces de las leguminosas se desarrollan los microorganismos llamados rizobios, que enriquecen la tierra fijando en ella el nitrógeno atmosférico. Y sabemos también que los vegetales, en general, forman sus organismos y se reproducen utilizando la luz y el calor del sol, y toda la energía que captan del cosmos. No son solo las leguminosas. En los bosques, montañas y en toda la superficie de la tierra vemos cómo los árboles y las hierbas crecen exuberantes sin que nadie les ponga abono, y gracias a los vegetales nace y vive también una gran variedad de animales.
La energía de la naturaleza no debería sacrificarse en aras de la civilización del consumo
ENTREVISTADOREn su estado natural, todas las vidas se desarrollan en mutua conexión y dependencia. En la tierra no hay nada prescindible, hablemos de hierbas y árboles, insectos y animales, microorganismos que escapan a nuestra vista o elementos raros que se esconden en las profundidades. En especial, los rayos del sol y el resto de las energías naturales son los manantiales de los que bebe la vida. Actualmente, del calentamiento global se están derivando muchos efectos negativos para el medio ambiente y los ecosistemas. Nuestra propia existencia representa ya un problema para la naturaleza. Si es que existe una solución para todo esto, ¿podría ser la agricultura natural una opción?
KAWAGUCHILa gente cree que la energía solar o la eólica, las llamadas energías renovables, son inagotables. Pero no lo son. Cuando transformamos los rayos solares en electricidad y consumimos esa electricidad, lo que estamos haciendo es consumir la energía de la naturaleza. Ni más ni menos, nos estamos quedando para nosotros esos mismos rayos solares que usan las plantas para su fotosíntesis. Y lo mismo puede decirse de la energía geotérmica, de la mareomotriz o de cualquier otra. Las actividades vitales que se desarrollan en la tierra, incluyendo la humana, nunca agotan completamente los recursos de la naturaleza. El individuo come y expele, vive y muere, pero la vida sigue girando y girando. Lo que ocurre es que los humanos, solo los humanos, consumimos priorizando los modelos más económicos, no dándonos nunca por satisfechos, y si seguimos usando la energía de la naturaleza en grandes cantidades, algún día el daño que estamos causando al medio será tal que no habrá forma de remediarlo. Tenemos que percatarnos de esto cuanto antes. En tanto continuemos con esta civilización del consumo que prima ante todo la economía, seremos incapaces de dar soluciones definitivas a los problemas alimentario y energético. Pero la solución no es tan simple como volver a las formas de vida previas a la revolución industrial. Tenemos que hacer acopio de toda la sabiduría que hemos aportado los humanos a lo largo de la historia y darnos cuenta de que hay una forma de convivir con la naturaleza, consumiendo en la justa medida, sin abusar.
Entrevista y texto: Katō KyōkoFotografías: Katō Kumazō
Fotografía del encabezado: Kawaguchi Yoshikazu ante uno de sus campos de agricultura natural.