Reinventar la cultura japonesa para asegurar el futuro del té

Cultura

Maruwaka Hirotoshi se ganó el apodo de “reinventor de la cultura japonesa” gracias a su misión de sumar a las artes tradicionales un valor propio de la era actual, conservando la tradición a la vez que la redefine. Derivó del sector de la manufactura al del té japonés, y ahora aspira a difundir sus ideas y productos por todo el mundo.

Maruwaka Hirotoshi MARUWAKA Hirotoshi

Presidente, director de producto y diseñador de proyectos de la empresa Maruwakaya. Nacido en Tokio en 1979. Antes de fundar su empresa de té en 2010, se dedica al sector de la ropa. Combina las artes tradicionales de distintas zonas de Japón con las últimas tecnologías para reinventar y crear conceptos nuevos. En 2014 inaugura la tienda y galería NAKANIWA en París. En primavera de 2017 abre en Shibuya (Tokio) la tienda de té Gen Gen An, destinada a difundir una nueva cultura del té japonés.

La voluntad de conquistar el mundo entero

Bote para dulces con forma de calavera y motivos florales. (Fotografía: Maruwakaya)

La artesanía tradicional que se ha conservado en distintas regiones de Japón vuelve a estar en boga: desde los kimonos de suntuosa seda y los boles de cerámica, porcelana y madera lacada, hasta los suelos de tatami y las puertas correderas de papel. La tendencia a fusionar las técnicas tradicionales con el diseño actual para crear una nueva estética japonesa adquiere cada vez más inercia, incentivada por factores como la creciente afluencia del turismo extranjero y la proximidad de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Tokio 2020.

Maruwaka Hirotoshi fue uno de los pioneros en unirse a la tendencia cuando empezó a recorrer Japón en busca de artesanos con quienes colaborar para crear nuevos productos. Un buen ejemplo de ello es el bote para dulces con forma de calavera de la foto, que Maruwaka creó con Kamide Keigo, sexto gerente de la conocida firma Kutani Choemon, productora de porcelana de Kutani. Los recipientes nacidos de la colaboración entre Kutani Choemon y el diseñador de fama mundial Jaime Hayón, las fiambreras de magewappa (madera doblada) que lanzó la marca deportiva Puma y las fundas de piel de ciervo lacadas de Inden para iPhone son también ejemplos de diseños impactantes que se diferencian de los productos de estética japonesa que abundan en los últimos años.

Fiambreras de magewappa (madera doblada) lanzadas por Puma. (Fotografía: Maruwakaya)

Fundas de Inden para iPhone. (Fotografía: Maruwakaya)

Maruwaka, que en sus más de diez años de carrera se ha ganado el apodo de “reinventor de la cultura japonesa”, detecta cierto peligro en el presente auge de las artes tradicionales: “Es cierto que se han multiplicado los productos que promueven la manufactura japonesa. Sin embargo, me parece que la mayoría son artículos de calidad mediocre; incorporan el toque nipón para atraer a los turistas extranjeros, pero no tienen nada que ver con los productos auténticos. Ese tipo de producción solo logra que el criterio de la gente se deteriore, que las técnicas más refinadas dejen de obtener el reconocimiento que se merecen y que se agraven los problemas económicos y el envejecimiento de las zonas productoras de artesanía”.

El propio Maruwaka, como cualquier otro joven japonés, no tuvo casi ningún contacto con la artesanía tradicional hasta pasada la veintena. El punto de inflexión le llegó a los 23 años, cuando compaginaba su trabajo en una gran marca internacional de moda informal con su faceta de artista callejero. Visitando el Museo Kutani en un viaje de negocios a la prefectura de Ishikawa, la visión de una bandeja de porcelana de Kutani del siglo XVII le provocó una fuerte impresión y le inspiró la idea de que, si en Japón existía algo tan magnífico, era posible competir con el resto del mundo.

Piezas elaboradas entre Kutani Choemon y Jaime Hayón. (Fotografía: Maruwakaya)

Con todo, Maruwaka carecía de conexión alguna con la artesanía tradicional. Con la voluntad como único recurso, fue hasta Akita a encontrarse con los artesanos de Ōdate Magewappa y hasta Fukui para hablar con los maestros del lacado de Echizen, así como con las productoras de Kutani, y les presentó sus planes de productos nuevos con su pasión innata. Después fue estableciendo relaciones de confianza con mucha perseverancia y se labró progresivamente una carrera, marcada por logros como el celebrado evento de difusión de diseños novedosos DESIGNTIDE TOKYO, en que se presentaron las fundas de Inden para iPhone y los artículos surgidos de la colaboración entre Kutani Choemon y Jaime Hayón.

Su voluntad de “competir con el mundo” lo llevó a abrir la tienda con galería NAKANIWA en el barrio parisino de Saint-Germain-des-Prés, en 2014. Él mismo se encargó de seleccionar el género, en el que incluyó cuchillos de Kamaasa —el negocio de artículos de cocina de Kappabashi (Tokio) donde compran los mejores chefs europeos— y la porcelana blanca de Arita de la firma Bunshō.

Un rayo de luz para la raquítica industria artesana

En otoño de 2016 Maruwaka lanzó su nueva marca de té japonés en NAKANIWA, París, y en abril de 2017 abrió la tienda de té Gen Gen An en Shibuya, Tokio.

Maruwaka posa delante de Gen Gen An.

“No he cortado mis lazos con la manufactura. Para mí, es colineal con el tema del té japonés. Me empecé a interesar en el té porque es un obsequio fácil de llevar que gusta a todo el mundo. Al probar distintos tipos en busca de alguno que tuviera buena acogida en Europa, percibí que en el té de Japón se condensaban varios tipos de información, como la cultura, la historia y las intenciones del productor. Pensé que tal vez fuera posible utilizar esa información para conectar a las personas y así desarrollar más el sistema que vincula a la gente con la cultura japonesa”, explica el emprendedor.

Un encuentro confirmó a Maruwaka que su intuición era acertada. Participando en un taller de porcelana de Arita que se celebraba en el Museo Guimet de París, un ceramista le presentó al maestro de té Matsuo Shun’ichi, de Ureshino (Saga). Pocos años después de heredar los campos de té familiares, Matsuo se había hecho con el premio del ministro de Agricultura, el galardón más prestigioso que se otorga al té verde. Maruwaka cuenta que Matsuo también quería desarrollar el potencial del té japonés:

“Hablando con él me di cuenta de que los problemas de la manufactura tradicional japonesa eran los mismos que los del té, por ser ambas industrias tradicionales. Matsuo recorre cientos de plantaciones de té de todo el país para estudiar a fondo la influencia de las condiciones ambientales —la calidad del suelo, la luz solar, etc.— sobre el sabor y el aroma del té, y luego aplica los descubrimientos a la producción de su propio té. Hablando en la jerga moderna, se dedica a desarrollar nuevos productos basándose en estudios de mercado. Esta iniciativa, que constituye una actividad básica para empresas grandes, supone un esfuerzo que casi nadie lleva a cabo en el sector de la industria tradicional, formado principalmente por pequeños negocios familiares. Me di cuenta del peligro que corría la industria de seguir por la senda actual, pero a la vez me convencí del gran potencial que encerraba el té.”

La artesanía tradicional y el té japonés tienen en común un mercado menguante y la invasión de los productos baratos y de mala calidad. El té verde producido con los métodos tradicionales frente al té barato con aditivos como colorantes y edulcorantes: si actualmente la gran mayoría de los japoneses no saben distinguirlos, es a causa de un problema estructural que va más allá del cambio de los hábitos y las preferencias alimenticias.

“Si voy a competir, quiero hacerlo con el sabor del té auténtico. Optando por la agricultura orgánica y cultivando con el cuidado con el que se cría a un hijo, las condiciones del suelo se reflejarán necesariamente en las hojas del té. Y, si se seleccionan las hojas para controlar el aroma y el sabor, es posible obtener un té con más carácter y un sabor que deje más huella que el que conocen la mayoría de los japoneses en estos momentos.”

El té de Matsuo cumple además con los estándares europeos de pesticidas, algo que la mayoría de los tés japoneses no logran. “Me pregunto cómo se elaborará el grueso de los tés que circulan por Japón”, apunta Maruwaka preocupado.

Redefinir la cultura japonesa para abrirle paso al futuro

Maruwaka creó un té original y estableció su punto de distribución en Shibuya. El objetivo principal es darlo a conocer en la mayor medida posible: “No se trata solo de vender té; quiero difundir un nuevo estilo de vida, con un tiempo dedicado a disfrutar del té japonés. Por eso he sacado, por ejemplo, un té de infusión en frío que se prepara simplemente introduciendo la bolsita en un recipiente con agua y agitándola. Así los jóvenes y extranjeros que no saben cómo se sirve el té de forma tradicional pueden beberlo aunque no tengan tetera (kyūsu) ni tazas para el té caliente (yunomi). Primero hay que despertar su interés, y luego ya se irán haciendo con los utensilios. Es en este punto donde confluyen las dos especialidades a las que vengo dedicándome: el té y la manufactura”.

El local donde se ubica Gen Gen An gravita en torno a una barra que destila el ambiente típico de las calles de Shibuya. Los clientes son principalmente jóvenes con un estilo también muy propio del barrio. El menú cubre desde los más convencionales kamairicha (té verde frito) y hōjicha (té verde tostado), hasta variedades más originales como el hōjicha con manzanilla o el té verde con cidronela. Como el té se vende sobre todo para llevar, se sirve en vasos de usar y tirar como los del café.

“Quiero redefinir el té. Hay quien dice que eso es despreciar la tradición y los métodos de elaboración ortodoxos, pero la cultura japonesa desde siempre ha integrado un lado rompedor que derriba constantemente los conceptos establecidos. Por poner un ejemplo, en la era Meiji la alfarería se exportaba envuelta en papel estampado con motivos eróticos, y la calidad de las ilustraciones sorprendió a la clientela occidental.”

Maruwaka sirve té de infusión en frío en la barra de Gen Gen An.

Maruwaka ya ha emprendido el camino para conquistar el mundo. En la feria de muestras de diseño de interiores Maison et Objet Paris, celebrada en septiembre de 2017, presentó, junto al grupo creativo japonés teamLab, una instalación digital en que se proyectaban imágenes florales y cósmicas en una taza de té. El té en cuestión, denominado EN TEA, representaba el espíritu armonizador de la cultura nipona, que cuenta con conceptos como el en (aquello que establece vínculos entre realidades) o el círculo ensōzu del zen.

“Mi intención no es vender la cultura. Quiero ofrecer un té que atraviese las fronteras del idioma y conquiste a los niños que viven al otro lado del mundo y no conocen Japón. Eso es todo”.

Maruwaka admira a Baisaō, un monje zen del periodo Edo, con quien se identifica: “Gen Gen An es el nombre del lugar donde pasó el final de su vida. Ante la rigidez de la ceremonia del té, se ponía junto a un camino vestido de maestro de té chino y hervía hojas de té mientras mantenía discusiones filosóficas. Así se ganó su fama. Me llamó mucho la atención que un personaje tan rebelde y excéntrico hubiera vivido hace 300 años. Creo que lo natural es probar el té por curiosidad y descubrir así su buen sabor, sin entrar en grandes reflexiones. Por supuesto que siento el deseo de contribuir en el futuro de Japón, pero no es porque quiera cambiar la situación del sector del té y las artes tradicionales, sino solo porque quiero competir en lo que me gusta a nivel mundial. Y, si con ello logro algún cambio positivo, mejor aún”.

Reportaje y texto de Fukasawa Keita. Fotografías de Ōkōchi Tadashi.

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