
Los orígenes del kabuki
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En el principio… una bailarina
El teatro kabuki, con su distintivo maquillaje kumadori, sus trajes vibrantes y su acción dinámica, ocupa una posición central en las artes escénicas de Japón, y es un símbolo inmediatamente reconocible de las orgullosas tradiciones culturales del país. Hoy día ninguna mujer actúa en los principales escenarios de kabuki; todos los papeles femeninos los interpretan actores especializados conocidos como onnagata. Pero esto no siempre ha sido así. Los orígenes del kabuki, de hecho, se pueden trazar hasta una única mujer que creó una nueva forma interpretativa en los primeros años del periodo Edo (1603-1868).
Su nombre era Izumo no Okuni, y es probable que fuera originaria de la provincia de Izumo (la actual prefectura de Shimane). Era parte de una compañía de chicas que realizaban bailes rituales y ceremoniales conocidos como yayako-odori en las casas de la nobleza de Kioto.
Tras llegar a la mayoría de edad, Okuni intentó un nuevo y osado tipo de representación: una breve obra en clave de comedia en la que se vestía a imitación de los “kabukimono”, las extravagantes figuras que se podían ver a menudo en el Kioto de su época paseándose por las calles con sus coloridos kimonos, bamboleando a su cintura sus largas espadas, enzarzados en charlas juguetonas con las regentas de las casas de té, en los barrios del placer. Los verdaderos kabukimonos eran figuras perturbadoras (muchos de ellos rōnin, samuráis sin señor) que se saltaban las convenciones sociales con su comportamiento estrafalario y su forma poco convencional de vestir. El término deriva del verbo kabuku, que significa “torcerse”, “desviarse”, “estar desequilibrado”. En sus actuaciones, Okuni presentaba una caricatura exagerada de estos hombres kabukimono, burlándose de su comportamiento y satirizando un cierto tipo de actitud estereotípicamente “masculina”.
Las atrevidas actuaciones de Okuni, que subvertían los roles de género tradicionales, resultaron populares. Pronto otras compañías teatrales de Kioto comenzaron a copiar el innovador estilo de Okuni, y el kabuki-odori se estableció como forma característica de baile. Este es el término que eventualmente nos dio la palabra moderna: kabuki.
El teatro Kabukiza en Ginza, Tokio. (© Pixta)
Escándalos y represión: ¿por qué desaparecieron las mujeres del escenario?
Pero si fue una mujer quien inventó el kabuki-odori y lo hizo popular, ¿por qué se convirtió ese baile en el kabuki moderno, en el que todos los papeles los representan hombres?
Un factor que tuvo un enorme impacto fue la introducción de leyes sobre el comportamiento y la moral por el shogunato Tokugawa. Tras unificar el país en 1603, después de más de un siglo de guerra civil, el primer shōgun, Tokugawa Ieyasu, impuso todo tipo de leyes y restricciones sobre la conducta de los daimyō, desesperado por establecer un nuevo orden libre del caos de la guerra. Pero los ciudadanos de a pie también sentían el peso de esas leyes. Muchos aspectos de la vida diaria y del ocio (incluyendo las actividades de los rufianes kabukimono satirizados por Okuni, los barrios del placer que frecuentaban y las propias representaciones teatrales) pronto quedaron bajo estricto control y censura gubernamentales.
Bajo Hidetada, el segundo shōgun Tokugawa, el “príncipe” de los kabukimono, Ōtori Ippei, fue arrestado y sentenciado a muerte a la pronta edad de 25 años. Los burdeles que habían operado más o menos sin trabas a lo largo y ancho del país se vieron limitados como locales autorizados bajo supervisión del Gobierno, y restringidos a específicas zonas designadas.
En aquella época las representaciones teatrales se realizaban en el exterior, en lugares como el lecho seco de un río o el recinto de un templo, y el público se sentaba sobre la hierba. Esto se refleja en la palabra japonesa que se usa hoy día para hablar del teatro (shibai), que deriva de shiba, “hierba” o “césped”. A medida que se recrudecía el control del Gobierno, incluso esas simples representaciones escénicas requerían permisos del bakufu (shogunato).
Hay varias ilustraciones de paneles, del periodo Edo temprano, que muestran animadas muchedumbres disfrutando de entretenimientos ofrecidos a lo largo del río Kamogawa, en Shijō Kawaramachi, Kioto. En esas imágenes los teatros que bordean el río quedan claramente marcados con yagura (torres de tambor) que se alzan sobre las entradas e indican que los organizadores han obtenido aprobación oficial del Gobierno.
A estas alturas es probable que Okuni, la creadora del kabuki-odori, hubiera ya fallecido. El estilo teatral del que fue pionera había cambiado, y eran ahora las prostitutas de los barrios del placer las que se subían al escenario para realizar lo que se llamaba onna-kabuki (kabuki de mujeres).
Aunque el onna-kabuki se hizo popular por todo el país, su estrecha asociación con la prostitución provocó su caída. Los bailes servían cada vez más como reclamo para los burdeles, y las actuaciones eran a menudo poco más que una fachada para la prostitución sin licencia. Los diversos intentos del bakufu por imponer regulación resultaron infructuosos. En 1629, bajo el tercer shōgun, Iemitsu, se emitió una prohibición total de que aparecieran mujeres en el escenario. Se aplicaron diversas penalizaciones a cualquiera que se atreviera a quebrantar la nueva ley, y los burdeles abandonaron con rapidez sus actividades suplementarias teatrales para salvaguardar su negocio principal. Así fue como las mujeres desaparecieron de los escenarios del kabuki autorizado.
De mujeres a chicos
Pero este no fue el fin del kabuki. Las mujeres fueron reemplazadas por chicos adolescentes, y una nueva forma de teatro conocida como wakashū kabuki (kabuki de chicos) apareció poco después. El término wakashū se refería a los adolescentes que no habían llegado a la mayoría de edad. En la cultura samurái, la pederastia era una práctica ampliamente aceptada, denominada shudō (el camino de los chicos), y los adolescentes eran a menudo objeto de interés romántico y sexual. La práctica y la cultura asociada a ella se extendieron desde la clase guerrera a las masas urbanas. Se supo que los chicos y hombres jóvenes que actuaban en el wakashū kabuki estaban disponibles para servicios sexuales, y el teatro quedó estrechamente relacionado con la prostitución masculina.
El shogunato promulgó repetidas leyes que prohibían el shudō, pero la moral pública no llegaba a mejorar. En 1652, bajo el cuarto shōgun, Ietsuna, se emitió una prohibición total del wakashū-kabuki, y se detuvieron las actuaciones de todos los teatros. A diferencia de los burdeles autorizados, que operaban bajo supervisión del bakufu y contaban con un negocio “legítimo” que proteger, los promotores del wakashū-kabuki no tenían ningún plan B. Decididos a garantizar la supervivencia de su sustento, recurrieron a medidas drásticas. Se trasquilaron las juveniles guedejas de los intérpretes (estilo distintivo que era buena parte del encanto de los jóvenes actores) y se les dieron cortes de pelo adultos, con calvas rasuradas y cabello únicamente en las partes laterales y traseras de las cabezas. Los promotores realizaron entonces una petición al bakufu para que se permitieran de nuevo las actuaciones, ahora que los actores presentaban una apariencia más respetable y menos provocativa.
El año siguiente comenzó un nuevo tipo de actuación con la aprobación del bakufu. El yarō-kabuki (kabuki de hombres) tenía poco que ver con el baile lascivo y cargado de insinuaciones del kabuki anterior. Los teatros presentaban ahora, en cambio, obras guiadas por la narrativa, conocidas como kyōgen-zukushi. Pese a que los wakashū seguían apareciendo en escena para interpretar papeles de mujer, ahora llevaban trozos de tela púrpura para cubrir sus cabezas afeitadas, y actuaban con un nuevo énfasis en la propia actuación, más que en los bailes eróticos. Los papeles masculinos se fueron especializando cada vez más, y las tramas de las obras se hicieron más largas y complejas. Estos cambios sentaron las bases del teatro kabuki que conocemos hoy día. Irónicamente, la estricta censura que había impuesto el shogunato dio al kabuki, en última instancia, una mayor sofisticación y profundidad artísticas.
En esta evolución hacia un mayor refinamiento las mujeres se vieron excluidas del kabuki, pero no desaparecieron de la escena por completo. Pese a tener el acceso prohibido a los “grandes teatros” (ōshibai) autorizados por el bakufu, las artistas continuaban apareciendo en teatros temporales, más pequeños, en compañías itinerantes y en actuaciones realizadas en residencias privadas (yashiki shibai). Muchas mujeres también llegaron a ser exitosas profesoras de baile y de shamisen. En el ōoku (las cámaras de las mujeres) del palacio del shōgun y de las mansiones de los daimyō, donde los hombres tenían la entrada prohibida, ciertas mujeres conocidas como okyōgenshi ofrecían perfeccionadas actuaciones de obras de kabuki con elencos enteramente femeninos. Se dice que algunas de las actrices de esas actuaciones, quizá un poco como la compañía teatral Takarazuka de hoy día, sobrepasaban a los actores más famosos de los teatros autorizados.
Cruzar las fronteras de género
Para cuando se levantó por fin la prohibición de las mujeres en el teatro las tradiciones se habían solidificado, y el público ya no se mostraba receptivo ante la idea de que las mujeres subieran al escenario del kabuki. La compañía Takarazuka, en comparación, fundada en 1913 con un reparto por completo femenino que interpretaba papeles tanto masculinos como femeninos, es probablemente más popular hoy que el propio kabuki. ¿Es una simple coincidencia que tanto los onnagata del kabuki (los mencionados actores que se especializan en papeles de mujer) como las otokoyaku de Takarazuka (las actrices que se especializan en papeles de hombre) emergieran de una misma tradición teatral? Los dos sobrepasan los límites a su manera. Es posible que exista algo en la cultura japonesa, o en el carácter nacional, que se sienta atraído por actuaciones como estas, que cruzan fronteras y desafían las ideas de la sociedad, en ocasiones muy rígidas, sobre los roles de género y la identidad.
(Imagen del encabezado: una actuación de kabuki del periodo Edo, de la exposición “Grabados de kabuki: la primera exposición de atesorados grabados de ukiyo-e” -enlace en inglés- en el Museo de Arte Seikadō Bunko, del 25 de enero al 23 de marzo de 2025; cortesía de dicho museo.)