Una mirada al final de la vida en la sociedad superenvejecida de Japón

Visita al Osore-zan, la frontera entre la vida y la muerte

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Aquello que nadie ha logrado alcanzar en ninguna era, por más que lo haya deseado, es la inmortalidad. Después de la vejez, llega indefectiblemente la muerte. Pero ¿tanto hay que temerle a ese final? El fotógrafo Ōnishi Naruaki, de 72 años, reflexiona sobre su vejez desde el monte Osore-zan, que en Japón se considera “el lugar más cercano al otro mundo”.

“Cuando las personas mueren, van al monte (Osore-zan)”. Eso dicen en la región de Shimokita de la prefectura de Aomori, donde desde tiempos antiguos se cree que el monte Osore-zan es un lugar que conecta el mundo terrenal con el otro mundo donde se reúnen las almas de los difuntos. Hoy en día la zona sigue recibiendo continuamente la visita de personas que acuden a recordar a los seres queridos que ya no están entre nosotros.

El lago Usori es una caldera volcánica formada por erupciones. La zona de ocho picos que lo rodea es conocida como Osore-zan. Se dice que este topónimo procede de Usori pronunciado en el acento local. La palabra Osore-zan (literalmente, ‘monte terrorífico’) evoca una imagen oscura, siniestra y mortal.

La zona del lago Usori y el monte Osore-zan.

La zona del lago Usori y el monte Osore-zan.

Por toda la zona se ven molinillos ofrendados para consolar a los espíritus de los niños fallecidos.

Por toda la zona se ven molinillos ofrendados para consolar a los espíritus de los niños fallecidos.

La ribera de Sai está en el camino al otro mundo. Se dice que los niños que murieron antes de sus padres construyen pagodas de piedra porque no pudieron demostrar su piedad filial.

La ribera de Sai está en el camino al otro mundo. Se dice que los niños que murieron antes de sus padres construyen pagodas de piedra porque no pudieron demostrar su piedad filial.

Hace más de veinte años, hice una visita apresurada al Osore-zan. En esta ocasión, en cambio, quise alojarme en el templo del lugar y explorarlo con tiempo.

Rodeado de rocas negras volcánicas y rezumando azufre, es un paisaje infernal que recuerda al Ubasute-yama (monte al que supuestamente se llevaba a los ancianos para que murieran en la antigüedad). Sorprendentemente, después de atravesar aquella suerte de averno rocoso, se llega a Gokuraku-hama, una playa con aguas de tono jade y arena blanca brillante.

El lago Usori y la playa de Gokuraku-hama brillan bajo la luz del sol.

El lago Usori y la playa de Gokuraku-hama brillan bajo la luz del sol.

Estatuas de Niō en la puerta del templo. La figura de la izquierda, llamada A, es la exhalación y la de la derecha, Un, la inhalación. Representan el principio y el fin del universo.

Estatuas de Niō en la puerta del templo. La figura de la izquierda, llamada A, es la exhalación y la de la derecha, Un, la inhalación. Representan el principio y el fin del universo.

Yakushi no Yu, unos baños termales de azufre que hay en el recinto del templo.

Yakushi no Yu, unos baños termales de azufre que hay en el recinto del templo.

El templo Osore-zan Bodai-ji pertenece a la secta Sōtō. En invierno permanece cerrado por las nevadas.

El templo Osore-zan Bodai-ji pertenece a la secta Sōtō. En invierno permanece cerrado por las nevadas.

La lección del monje superior se me hizo extrañamente clara: “¿Dónde va el alma cuando la persona muere? A lo seres queridos”.

La lección del monje superior se me hizo extrañamente clara: “¿Dónde va el alma cuando la persona muere? A los seres queridos”.

El río Sanzu, que separa este mundo del otro, fluye por debajo del puente rojo.

El río Sanzu, que separa este mundo del otro, fluye por debajo del puente rojo.

Sandalias de paja y toallas de mano atadas en torno a una estatua de piedra de Jikaku Daishi Ennin, que supuestamente fundó el Osore-zan en el año 862. Son ofrendas de los devotos para rezar por que los difuntos lleguen bien al otro mundo.

Sandalias de paja y toallas de mano atadas en torno a una estatua de piedra de Jikaku Daishi Ennin, que supuestamente fundó el Osore-zan en el año 862. Son ofrendas de los devotos para rezar por que los difuntos lleguen bien al otro mundo.

En la zona conocida como el Infierno, donde se concentran los géiseres de azufre, el agua caliente brota con fuerza. En años recientes se viene investigando la llamada “teoría de las fuentes termales terrestres” para indagar en la posibilidad de que este lugar fuera la cuna de la primera vida del planeta hace 4.000 millones de años, cuando la Tierra se hallaba aún cubierta de un océano de magma caliente. Puede que los habitantes del Osore-zan se percataran hace mucho de que se trataba de un lugar sagrado para la vida y la muerte.

Con la presente serie de reportajes, parece que no paro de dar vueltas a la pregunta “¿Qué es la muerte?”. Mientras deambulaba por el Osore-zan, recordé las reflexiones de un científico biomédico al respecto: “Me sorprendo a mí mismo de pensar que morir es algo bueno. (…) Quiero creer que la conciencia se separa de las fibras a las que estaba enganchada y regresa a la membrana de la que procedía en una suerte de inhalación suave. De este modo se añade un nuevo recuerdo al sistema nervioso de la biosfera” (cita traducida de la traducción japonesa de The Lives of a Cell de Lewis Thomas).

Todos los seres vivos de este mundo se reencarnan repetidamente en los seis mundos. Foto de espaldas de los Rokujizō, que salvan del sufrimiento de cada uno de esos mundos.

Todos los seres vivos de este mundo se reencarnan repetidamente en los seis mundos. Foto de espaldas de los Rokujizō, que salvan del sufrimiento de cada uno de esos mundos.

Fotografías y texto: Ōnishi Naruaki.

Fotografía del encabezado: Las rocas que recuerdan al Infierno en el monte sagrado Osore-zan.

(Traducido al español del original en japonés.)

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