“Undōkai”: el día del deporte en Japón

Una vez al año, especialmente en octubre, las escuelas de Japón celebran el undōkai, o “día del deporte”. Este ha sido para mí el quinto año que he tenido que despertarme temprano un sábado para ir al undōkai de la escuela de mis hijas.

Este evento es una cuestión seria en Japón. De hecho, el undōkai anual es la razón principal por la que poseo una cámara de alta gama equipada con cientos de funciones (la mayoría sin usar). La compré justo antes del segundo undōkai de mi hija mayor. La primera vez utilicé una pequeña cámara digital y lo único que conseguí fue tener unos cuantos puntos borrosos de lo que se supone que era mi hija compitiendo en el evento. Mi última experiencia en un undōkai me ha enseñado también la importancia de presentarse en el lugar con antelación para poder conseguir un buen sitio. Este año llegué a la escuela media hora antes de que abrieran las puertas, y aun así no fue lo suficientemente temprano, ya que un par de docenas de padres ya estaban acampados en la entrada como si estuviesen esperando el lanzamiento del último iPad.

Afortunadamente, ese grupo de patres familias se encaminaron directos a una zona soleada cerca de la pista, permitiendo a un amante de la sombra como yo encontrar un sitio confortable debajo de un árbol. Tras poner una fina manta de plástico y reunir algunas rocas para mantenerla en su sitio, me estiré y eché un vistazo al resto de espectadores mientras disponían todo un equipo de campamento incluyendo mesas de plástico, sillas plegables e incluso estacas de metal para asegurar sus robustas mantas de plástico.

Mi esposa llegó un poco después, con nuestro almuerzo y una copia del programa con las actividades del día. Hasta se tomó la molestia de marcar con un círculo las actividades en las que participaba nuestra hija, y de indicar en el mapa del programa dónde me debía poner en cada una de ellas para conseguir las mejores vistas. Esa información crucial, junto a mi destacable altura y mi teleobjetivo, me dieron la suficiente confianza de que obtendría algunas fotos decentes que podría enseñar posteriormente a mis suegros.

Al fin y al cabo esto es Japón, por lo que la ceremonia de apertura no fue una sorpresa.

El undōkai comenzó un poco antes de las nueve con una ceremonia de apertura y la revelación de un farragoso eslogan oficial, además de la fugaz aparición de la mascota yuru-kyara de la escuela.

Los estudiantes compitieron en dos equipos, el equipo rojo y el equipo blanco, cada uno con su propio e infatigable equipo de animadores ataviados con cintas en la cabeza y guantes con el color de su equipo. El evento comenzó con este equipo de animadores (chicos y chicas) marchando hacia el centro de la cancha al son de tambores taiko y con la bandera del equipo para despertar el ánimo de sus compañeros. El capitán de los animadores de cada equipo, con las manos detrás de su espalda totalmente arqueada, pronunció cada sílaba con una voz tan potente como la de cualquier vendedor de perritos calientes en el estadio de los Yankees.

Esa ronda de lemas marcaron la primera vez (y no ciertamente la última) que cada cuadrilla se lanzó a cantar la canción de su equipo. Las dos melodiosas canciones para los equipos rojo y blanco parecen ser bastante comunes en todo Japón. El himno del equipo rojo en japonés dice lo siguiente:

Furē, furē, aka gumi / Furē, furē, aka gumi, go, go, go! / Bokura wa kagayaku, taiyō no yō ni / Moeagaru kibō, chikara ippai ganbarō / Aka, aka, aka, go, go, go / Aka, aka, aka, go, go, go / Moero yo, moero, aka gumi

Que en español vendría a ser:

Viva, viva el equipo rojo / Viva, viva el equipo rojo, ¡adelante, adelante, adelante! / Como el sol, somos una llama centelleante / Con una esperanza resplandeciente, lucharemos y lucharemos / Viva, viva el equipo rojo, ¡adelante, adelante, adelante! / ¡Sigue brillando, equipo rojo!

La tonadilla se avivó como si de un incendio forestal se tratase durante las siguientes seis horas, lo que me hizo pensar dónde encontrarían los animadores la fuerza para aguantar durante todo el día. La primera actividad de la jornada para mi hija menor, una estudiante de segundo curso de primaria, consistía en grupos de cuatro estudiantes llevando una pelota de goma enorme encima de una camilla de madera. Al igual que otras actividades en este undōkai, esta prueba parecía ideada no sólo para ser entretenida para los participantes, sino también un espectáculo divertido para los padres: la enorme pelota de goma fue un detalle simpático. 

Cuatro estudiantes de primaria llevan una pelota de goma gigante al hospital.

La actividad más entrañable, para mi gusto, fue el lanzamiento de pelota para los alumnos de primero. Entre cada ronda de lanzamientos en los que intentaban colar la pelota en un aro, los pequeños movían las caderas al ritmo de una música que sonaba a una velocidad cada vez más frenética.

Los alumnos de primaria intentando colar la pelota en el aro.

Cada actividad sumaba puntos, normalmente 30 para el equipo ganador y 15 para el equipo en segunda posición (o, mejor dicho, en el último puesto).

En el intermedio de cada una de las actividades los estudiantes de cada uno de los seis cursos realizaron algunos espectáculos. La clase de mi hija menor hizo una demostración de danza tradicional de Okinawa llamada Chābirasai, mientras que mi hija mayor y sus compañeros, de quinto curso, bailaron la danza tradicional Nanchū sōran, originaria de Hokkaidō.

Mi hija y sus compañeros de clase bailando la danza Nanchū sōran, cada uno con su Kanji favorito escrito en la espalda.

Al igual que las canciones de cada equipo, estos bailes parecen ser bastante comunes en los undōkai alrededor de Japón. Los alumnos de sexto curso llevan a cabo estas danzas con una disciplina gimnástica que incluye la formación de una pirámide humana de gran tamaño.

Los alumnos de sexto curso concluyen su demostración gimnástica con una pirámide humana.

Lo más remarcable del día, sin embargo, fueron las carreras, incluyendo la carrera de relevos de los alumnos de quinto y sexto curso que pusieron la guinda al undōkai. Y es justo ahí donde pude recuperar un poco la inversión que hice en mi cámara. Cambiando a la alta velocidad del “modo deportes”, pude tomar tal cantidad de fotogramas de la carrera de mi hija que terminé capturando en cierta manera hasta un vídeo de la actividad.

Y corriendo toman la curva…

Por fortuna no hubo carrera de relevos para los padres, aunque he oído que en algunas escuelas los padres están obligados a sufrir esta indignidad, teniendo que poner a prueba repentinamente sus retirados músculos.

Aun así, incluso sin haber tenido que calzar las zapatillas de deporte, llegué a sentirme realmente cansado cuando el undōkai tocaba a su fin, y después de haber estado todo el día mirando a través de un teleobjetivo mi cerebro se encontraba fuera de foco.

El día terminó, cómo no, con una ceremonia de clausura y la revelación del resultado final. Mis hijas se emocionaron al ver que su equipo rojo habían logrado una remontada dramática. Seguidamente se entregó un trofeo al equipo ganador, y otro de “segunda posición” al equipo blanco por su esfuerzo.

Lo siguiente fue recoger nuestras cosas y dirigirme a casa para ordenar las cerca de 300 fotografías que tomé durante el día. Volveré el año que viene, por supuesto, pero esta vez tal vez con un plástico más resistente y un par de sillas plegables.

(Traducción al español del original en inglés escrito por Michael Schauerte)

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