Las 24 divisiones del año solar en Japón

‘Risshū’: el comienzo del otoño

Cultura Naturaleza

A pesar del calor intenso, empiezan a apreciarse las primeras señales de la llegada del otoño, estación que, según el calendario antiguo, comienza durante este período.

En las 24 divisiones del año solar el otoño abarca desde el risshū —alrededor del 8 de agosto, según el calendario actual— hasta el rittō —en torno al 8 de noviembre—, que marcan el comienzo de esta estación y del invierno, respectivamente. A pesar de que sigue haciendo calor, los sonidos de ciertos insectos y la proliferación de determinadas plantas anuncian la llegada de la temporada otoñal.

A continuación presentaremos algunas actividades que se desarrollan entre el 8 y el 22 de agosto, aproximadamente, y que guardan relación con la naturaleza.

El Día de la Paz de Nagasaki

Cada 9 de agosto se celebra el Día de la Paz de Nagasaki, una jornada en recuerdo de las numerosas víctimas que se cobró la bomba atómica que cayó en la ciudad el 9 de agosto de 1945 a las 11:02 a. m. Las autoridades de la localidad llevan a cabo una ceremonia por la consecución de un mundo sin armas nucleares y donde la paz dure eternamente.

La estatua de la paz de Nagasaki. (PIXTA)
La estatua de la paz de Nagasaki. (PIXTA)

Obon

Los espíritus de los antepasados regresan a casa una vez al año, y lo hacen en este período, durante el cual se visitan las tumbas de los familiares, se limpian los altares budistas y se llevan a cabo misas budistas por los difuntos. Aunque hay regiones de Japón en las que las ceremonias de obon son en julio, siguiendo el calendario antiguo, lo más frecuente es que esta festividad tenga lugar del 13 al 16 de agosto. Para despedir a las almas de los antepasados y enviarlas de vuelta al más allá, en distintas partes del país se encienden hogueras y se lanzan farolillos iluminados y embarcaciones de paja al río.

Uno de los farolillos que se encienden durante el obon, de modo que los antepasados puedan regresar a casa sin perderse por el camino. (PIXTA)
Uno de los farolillos que se encienden durante el obon, de modo que los antepasados puedan regresar a casa sin perderse por el camino. (PIXTA)

Para que los espíritus de los antepasados puedan volver a casa sin perderse por el camino, el día 13, primera jornada del obon, se los recibe encendiendo un fuego con el tallo sin corteza del cáñamo, colocando farolillos y adornando la entrada de los hogares con unos arreglos florales elaborados con alquequenjes y campanillas chinas, entre otras plantas. Además, la idea es que lleguen pronto y se queden lo máximo posible, de ahí que en el altar específico de esta festividad se coloquen un pepino y una berenjena: el primero representa a un caballo, que corre rápidamente, mientras que la segunda simboliza una vaca, que camina despacio.

A la izquierda, un pepino, que representa a un caballo; a la derecha, una berenjena, que simboliza una vaca. (PIXTA)
A la izquierda, un pepino, que representa a un caballo; a la derecha, una berenjena, que simboliza una vaca. (PIXTA)

El Festival Gozan no Okuribi

Los fuegos de este festival, que se celebra el 16 de agosto, forman parte de la manera tradicional de Kioto con la que se despide a las almas de los antepasados que regresaron a casa con motivo del obon. Aunque existen varias teorías, se cree que esta celebración se remonta al período Muromachi. En las cinco montañas que rodean la antigua capital japonesa se encienden sendos fuegos con distintas formas: el “dai” (grande) del monte Daimonji, los caracteres de myōhō (las enseñanzas de Buda), un barco, el “dai” del monte Hidari Daimonji (literalmente, el Daimonji de la izquierda) y un torii, con el objetivo de enviar a los antepasados de vuelta al más allá.

De izquierda a derecha, los fuegos del Festival Gozan no Okuribi: el “dai” del monte Daimonji y los caracteres de myōhō. (PIXTA)
De izquierda a derecha, los fuegos del Festival Gozan no Okuribi: el “dai” del monte Daimonji y los caracteres de myōhō. (PIXTA)

De izquierda a derecha, los fuegos del Festival Gozan no Okuribi: un barco, el “dai” del monte Hidari Daimonji y un torii. (PIXTA)
De izquierda a derecha, los fuegos del Festival Gozan no Okuribi: un barco, el “dai” del monte Hidari Daimonji y un torii. (PIXTA)

Bon-odori

Los festivales que se celebran por todo Japón con el objetivo de ejecutar las danzas conocidas como bon-odori sirven para honrar las almas de los difuntos. El baile suele organizarse de dos maneras: haciendo un círculo alrededor de la torre donde se toca el tambor que marca el compás o formando filas que van avanzando al ritmo de este. En cuanto a los orígenes de estos bailes, se cree que se desarrollaron a partir de las danzas budistas llamadas nenbutsu-odori. En la actualidad se suele bailar al son del tambor y de canciones tradicionales como Tankōbushi, Hanagasa Ondo y Tōkyō Ondo, así como de la música interpretada por instrumentos de percusión y de viento. El bon-odori ha llegado a América del Sur, Europa y otros países de Asia y se ha convertido en una forma más de difundir la cultura japonesa. En noviembre de 2022 la Unesco declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad 41 danzas rituales furyū odori, entre las que se incluyen las de bon.

Bon-odori. (PIXTA)
Bon-odori. (PIXTA)

El Awa Odori de Tokushima

Con más de cuatro siglos de historia, es uno de los tres festivales de bon-odori más importantes de Japón y se celebra el 12 de agosto. Existen diversas teorías sobre sus orígenes: se cree que las gentes de la ciudad en torno al castillo de Tokushima se pusieron a bailar para festejar la construcción de dicha fortaleza; también se piensa que se generó a partir del propio bon-odori. Aunque las danzas características de este festival surgieron en Tokushima, se han divulgado por todo el país, especialmente a través de las distintas organizaciones locales formadas por personas naturales de dicha prefectura. Por ejemplo, el Festival de Awa Odori de Kōenji (Tokio), que se celebra desde 1957, se ha convertido en una gran celebración, con un millón de asistentes.

El Festival de Fuegos Artificiales del Lago Suwa

La ciudad de Suwa (Nagano) acoge este festival cada 15 de agosto desde 1949, año en el que los residentes de la localidad lo inauguraron con el deseo de una pronta recuperación de la conmoción propia de la posguerra. Se trata de uno de los mayores despliegues pirotécnicos de todo Japón, con alrededor de 40.000 fuegos artificiales lanzados desde una plataforma situada en el lago Suwa.

El Festival de Fuegos Artificiales del Lago Suwa. (PIXTA)
El Festival de Fuegos Artificiales del Lago Suwa. (PIXTA)

El Aniversario del Final de la Guerra

El 15 de agosto de 1945 Japón se rindió ante los Aliados, anunció que aceptaba la Declaración de Potsdam y le comunicó al pueblo la conclusión de la Segunda Guerra Mundial. Dicha efeméride se conmemora todos los años con una ceremonia, celebrada en el Budōkan (Chiyoda, Tokio), en la que se rinde homenaje a las víctimas del conflicto y se reza por la paz.

Las campanillas fūrin

Se cree que las campanillas fūrin (literalmente, campanilla de viento) tienen su origen en un utensilio, llamado senfūtaku, que se empleaba antiguamente en China como método de adivinación mediante la dirección del viento y el tipo de sonido que se emitía. Por otra parte, en los templos budistas se colgaban de los aleros unas campanas de bronce, denominadas fūtaku, con el objetivo de que el ruido de estas ahuyentara a los malos espíritus. El nombre fūrin empezó a usarse en el período Kamakura: un monje decidió llamarlas fūrei, palabra que finalmente acabó transformándose en el vocablo que conocemos en la actualidad. Las campanillas fūrin hechas de vidrio comenzaron a fabricarse en torno a 1700; supuestamente, a raíz de un artesano, originario de Nagasaki, que hizo una mientras mostraba sus dotes con dicho material.

Los primeros vendedores ambulantes de estas campanillas aparecieron a finales del período Edo y las clases populares empezaron a comprarlas. Ahora se celebran en verano festivales dedicados a los fūrin, cuyo sonido resulta sumamente refrescante.

El santuario de Hotaka (Nagano) celebra un festival dedicado a las campanillas fūrin. (PIXTA)
El santuario de Hotaka (Nagano) celebra un festival dedicado a las campanillas fūrin. (PIXTA)

El jengibre fresco

El gari; esto es, las lonchas de jengibre encurtido en vinagre que se sirven en los restaurantes de sushi, se elabora con jengibre fresco, cuya temporada empieza en junio y termina en agosto. Su nombre viene de gari-gari, onomatopeya con la que se expresa el crujido que se emite al masticar alimentos como este. Para disfrutar de su gusto picante, que resulta refrescante, se puede tomar crudo con miso o emplearlo como condimento.

Jengibre fresco. (PIXTA)
Jengibre fresco. (PIXTA)

Kakigōri: helado de hielo raspado

Los helados kakigōri (literalmente, hielo picado) reciben este nombre debido a que en la antigüedad se consumía hielo picado. En El libro de la almohada, de Sei Shōnagon, se relata que las clases altas raspaban el hielo con una cuchilla, le echaban miel dulce por encima y se lo comían en unos cuencos de metal; sin embargo, las clases populares no empezaron a consumir este producto hasta la era Meiji. Con la llegada del período Shōwa, se generalizaron las máquinas de raspar hielo y los helados elaborados con ellas llegaron a todos los rincones de Japón. A día de hoy existen incluso establecimientos especializados en kakigōri que lo ofrecen durante todo el año. Además, se presta especial atención a la calidad del hielo con la que se elaboran estos helados: se utiliza hielo natural de textura fina procedente de neveros donde se deja que este se congele lentamente gracias al frío natural. Por si esto fuera poco, el hielo ya no es lo único que importa, sino que se le añaden diversos ingredientes para hacerlo más vistoso; por ejemplo, fruta.

Kakigōri esponjoso elaborado con hielo natural fino procedente de un nevero. (PIXTA)
Kakigōri esponjoso elaborado con hielo natural fino procedente de un nevero. (PIXTA)

La sandía

Jugar a romper sandías en la playa es un bonito recuerdo de las vacaciones de verano en Japón. De un tiempo a esta parte se han mejorado las sandías y ahora gustan mucho entre los consumidores las que son más manejables; por ejemplo, del tamaño de un balón de rugbi o de una pelotita. Sea como sea, la sandía fría es ideal para consumir agua en los días calurosos. Aunque es representativa del verano, conviene recordar que la palabra japonesa para esta fruta, suika, es un término estacional propio del otoño.

La sandía, una fruta típica del verano nipón. (PIXTA)
La sandía, una fruta típica del verano nipón. (PIXTA)

Elaborado bajo la supervisión de Inoue Shōei, profesora de sintoísmo. Inoue imparte clases en la Universidad Tōhoku Fukushi y confecciona calendarios, materia sobre la que también investiga. Además, se dedica a dar charlas y a escribir.

Imagen del encabezado: Cirrocúmulos en el cielo (imagen de la redacción de nippon.com).

(Traducción al español del original en japonés)

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