Tres grandes festivales de Japón

Tres grandes festivales de dioses visitantes

Cultura Vida

En esta serie seleccionamos los tres festivales más destacados de cada categoría de entre los incontables matsuri que se celebran por todo Japón. En esta entrega, les presentamos tres festivales en los que deidades de aspecto turbio llegan de visita para traer buena fortuna.

Los dioses vienen en el cambio de año

En Japón, desde la antigüedad, se cree que las deidades habitan en diversos lugares, como casas y santuarios sintoístas, y protegen a las personas. También hay espíritus que acuden de visita en los cambios de estación. En Año Nuevo, por ejemplo, se coloca un adorno llamado kadomatsu en la puerta de casa para invitar a un dios que llega en dicha época. El rasgo que comparten todos estos seres divinos es que son invisibles para los humanos.

Un buen número de visitantes divinos llegan a nuestro mundo a través de las personas. Se trata de los raihōshin, que acuden en los cambios de estación para traernos bendiciones y luego vuelven a marcharse. Les presentamos tres festivales locales tradicionales que son famosos por los peculiares atuendos y máscaras con los que se visten los participantes que representan a los dioses.

Los namahage de Oga (Akita)

(Oga, 31 de diciembre)

Las terroríficas máscaras de ogro, que muestran los colmillos, son distintas en cada lugar.
Las terroríficas máscaras de ogro, que muestran los colmillos, son distintas en cada lugar.

En la península de Oga (prefectura de Akita), donde el invierno trae grandes nevadas, la noche de Fin de Año está marcada por la llegada de ogros divinos de aspecto terrible conocidos como namahage. Estos seres entran en las casas sin quitarse los zapatos, haciendo estruendo y blandiendo un gran cuchillo. Van preguntando a voces “¿Hay algún niño que llore por aquí?”, y persiguen y atrapan a las criaturas, que intentan huir despavoridas con grandes llantos.

“Pasé mucho miedo. A lo lejos se oían unos aullidos que se iban acercando. Cuando entraron en casa, me invadió el pánico”, cuenta un oriundo que recibió la terrorífica visita cuando iba a la escuela primaria. Recuerda que se quedó mudo del asombro cuando los ogros empezaron a preguntarle sobre asuntos que le pesaban en la conciencia, como “¿Vas todos los días a la academia preparatoria?” o “¿Ya le pediste perdón a tu madre por romper aquel plato?”. Cuando estudiaba secundaria, supo que los namahage eran chicos del barrio y que habían ido a su casa porque sus padres querían darle una lección de vida. Ya en el bachillerato, pasó a ser él quien se ponía el disfraz para asustar a otros niños.

El atuendo que llevan los namahage se llama kede y se elabora con paja de planta de arroz segada ese mismo año. Los trozos de paja que quedan esparcidos en el suelo de la casa tras la visita se consideran amuletos.
El atuendo que llevan los namahage se llama kede y se elabora con paja de planta de arroz segada ese mismo año. Los trozos de paja que quedan esparcidos en el suelo de la casa tras la visita se consideran amuletos.

El cuchillo que llevan los namahage no es un arma, sino una herramienta para cortar el namomi, nombre dado al eritema ab igne en el dialecto local. Este tipo de afección, que consiste en unas lesiones en la piel de brazos y piernas como resultado de la exposición prolongada a fuentes de calor, se considera una señal de holgazanería porque se presenta en aquellos que pasan mucho tiempo frente a la hoguera o bajo el kotatsu (mesa con calefactor). El nombre de los namahage, divinidades que disuaden de la pereza, se originó del término que designa el acto de quitar el eritema, namomihagi.

Los padres de la familia que recibe a los namahage les ofrecen comida y aseguran: “Nuestros hijos estudian mucho y ninguno llora”. Después de pasar por todas las casas, los namahage se marchan cuando canta el gallo en la madrugada de Año Nuevo.

Ofreciendo comida y bebida a los namahage que han venido a casa a traer buena fortuna.
Ofreciendo comida y bebida a los namahage que han venido a casa a traer buena fortuna.

Esta popular tradición de final de año está en peligro de desaparecer. Hoy en día muchos hogares rechazan la visita de los namahage por motivos diversos: porque no disponen de salones con suelo de tatami para recibirlos, porque les ensucian el suelo al entrar con zapatos, porque les da pena que sus hijos se asusten, porque no quieren que les interrumpan mientras ven el programa televisivo de Fin de Año, etc. Cada vez es más frecuente que los ogros se vean obligados a ser delicados con los niños, aullando solo en la entrada de la casa o cantando con ellos después de reprenderlos amablemente para que se queden de buen humor. Es una lástima que solo unas cien casas mantengan la costumbre tal como se ha hecho siempre.

Como la tradición dicta que los namahage deben ser hombres que nunca se hayan casado, las zonas con la población envejecida sufren una grave escasez de candidatos.
Como la tradición dicta que los namahage deben ser hombres que nunca se hayan casado, las zonas con la población envejecida sufren una grave escasez de candidatos.

El Okumikawa Hana Matsuri de Aichi

(Tōei, Toyone y Shitara, entre noviembre y enero)

Momento en el que una persona se convierte en una divinidad. Quien se pone la máscara se ve poseído por una fuerza inexplicable.
Momento en el que una persona se convierte en una divinidad. Quien se pone la máscara se ve poseído por una fuerza inexplicable.

En localidades de montaña de las prefecturas de Aichi, Nagano y Shizuoka, la escasa interacción entre personas ha permitido que se conservaran intactas en su forma antigua artes escénicas populares legadas por los practicantes de shugendō. Una de ellas es el Hana Matsuri, que tiene lugar en catorce puntos de la región de Okumikawa, en el este de Aichi.

Este Hana Matsuri no guarda relación alguna con el acto budista del mismo nombre para conmemorar el nacimiento de Shaka, sino que es una danza de tipo kagura propia de la zona. Antiguamente era un acto que se ejecutaba en noviembre del calendario lunar para celebrar el solsticio de invierno, mientras que ahora se desarrolla en los distintos lugares donde es típico entre noviembre y enero. El solsticio de invierno, cuando los días son más cortos, es una época en la que el alma de las personas se debilita y por eso hay que insuflarle el aliento de los dioses.

Se dice que los dioses de todo Japón se reúnen en el vapor de la caldera y las almas humanas se reconstituyen al mojarse con agua caliente infundida de su poder divino.
Se dice que los dioses de todo Japón se reúnen en el vapor de la caldera y las almas humanas se reconstituyen al mojarse con agua caliente infundida de su poder divino.

Durante el festival, se hierve agua en una caldera colocada en el suelo y durante toda la noche se ejecuta una danza al son de una canción (“tēhohe, tēhohe…”) con acompañamiento de flautas y tambores.

Hacia las 4 de la madrugada, de repente la música baja de volumen y el ritmo se ralentiza creando un ambiente misterioso. Es entonces cuando el ogro Sakaki Oni, vestido de rojo y empuñando un hacha, hace su impresionante entrada acompañado de ogros más pequeños. Se dice que el Sakaki Oni es la encarnación del dios de la montaña y, en esta zona, es una figura venerada conocida como Oni-sama.

La máscara del ogro es enorme y pesa cinco kilos. Esta fotografía se tomó en el distrito de Tsuki de la ciudad de Tōei. El ogro presenta una expresión distinta en cada zona.
La máscara del ogro es enorme y pesa cinco kilos. Esta fotografía se tomó en el distrito de Tsuki de la ciudad de Tōei. El ogro presenta una expresión distinta en cada zona.

Moviéndose lentamente, el Sakaki Oni pisa con firmeza el suelo que rodea la caldera para ahuyentar a los espíritus malignos de la tierra. Luego empieza a alborotarse blandiendo el hacha (masakari), pero, cuando el Hanadayū (líder del festival) discute con él y lo somete, se convierte en un ogro benigno. A continuación, va de casa en casa exorcizando a los espíritus malignos y brindando salud a los enfermos para luego regresar al monte a pasar el invierno.

El ogro pisa las partes del cuerpo afectadas de los enfermos para eliminar los males que los plagan.
El ogro pisa las partes del cuerpo afectadas de los enfermos para eliminar los males que los plagan.

El Sonai no Shichi de Okinawa

(Taketomi, isla de Iriomote, tres días en torno al tsuchi no toi [trigésimo sexto día del ciclo sexagenario] de octubre del antiguo calendario lugar)

El dios Miriku camina por la playa encabezando la procesión.
El dios Miriku camina por la playa encabezando la procesión.

La isla de Iriomote, situada en los subtropicales mares del sur, es el lugar de Japón donde más pronto empieza la plantación del arroz, en febrero. El Año Nuevo de los agricultores de arroz se celebra al terminar la cosecha, en el mes de octubre del antiguo calendario lunar. En esa fecha señalada, la aldea de Sonai, en el noroeste de la isla, celebra un festival con más de 500 años de tradición para agradecer la cosecha del año presente y rogar por una abundante para el siguiente.

En la segunda jornada del festival, una deidad llamada Miriku llega desde allende los mares para traer bendiciones. Se cree que se trata de una fusión de creencias en la divinidad budista Miroku Bosatsu y el Nirai Kanai, un mundo ideal donde se dice que habita el dios del mar en Okinawa.

Ceremonia en el centro cívico. Un aldeano se pone la máscara y pide al dios que lo posea.
Ceremonia en el centro cívico. Un aldeano se pone la máscara y pide al dios que lo posea.

Miriku posee a un aldeano que se somete a un ritual especial y desciende a la isla. Vestido de amarillo y con una amplia sonrisa, se dirige a la playa encabezando una procesión de hudamichi (diosas vestidas de negro) y angā (novias). Le acompaña una banda de flautas, tambores y sanshin.

Al llegar a la playa, Miriku, que avanza al ritmo de una canción isleña lenta sosteniendo un abanico, sube a la tarima. Los lugareños ejecutan bailes, combates con bastones y otros espectáculos, y la deidad responde con una danza auspiciosa. Un ambiente sacro se apodera del lugar.

La procesión de hudamichi (con la cabeza cubierta con un manto negro) y angā avanza por la playa siguiendo al dios Miriku.
La procesión de hudamichi (con la cabeza cubierta con un manto negro) y angā avanza por la playa siguiendo al dios Miriku.

Posteriormente, se disputa una carrera de dos barcas en el mar. Se cree que las embarcaciones traen buena suerte para el Año Nuevo. Las chicas del lugar reciben a los barqueros haciéndoles gestos desde la orilla. Miriku disfruta del entretenimiento hasta que se pone el sol y luego se lleva a cabo una ceremonia para que abandone el cuerpo del aldeano a quien había poseído.

La carrera de barcas de pesca tradicionales es el punto álgido del festival.
La carrera de barcas de pesca tradicionales es el punto álgido del festival.

*Fechas estimadas a partir de las de años anteriores.

Fotografías: Haga Library.

(Traducido al español del original en japonés.)

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